El cuento de la sirena
Va desnuda la sirena
por las calles y los bares,
va por talleres y altares,
cubierta de luna llena.
Ya la besan, ya en la almena
de un hombre busca su gozo,
si es ministro o si es esposo
no le importa a la insaciable,
ni el comentario que entable
tras su paso el licencioso.
Así vaga, preferida
por los pobres y poetas,
con las mejillas repletas
de un color que imita vida.
Cada noche en su partida
busca lecho en los rincones,
en aldeas, en prisiones,
en palacios y en ciudades,
carga tantas soledades
que lo oculta entre sus dones.
Y los hombres, que son ciegos,
tras besarla ya la ignoran,
tantas camas atesoran
que en ellos todos son juegos.
No hay amor, ya no hay apegos,
salvo el de cuerpos sudados,
luego adiós, besos pagados
y a seguir con la rutina,
la sirena así camina
por senderos ya gastados.
Dicen que un día un marino
la sedujo entre las aguas,
que en su piel sintió las fraguas
de un volcán y un torbellino.
Por él dejó el submarino
reinado de algas y peces,
que suele llorar a veces,
sin que la sal llegue al fondo,
y es que así del mar es lo hondo
que no escucha ya sus preces.
Un día creció su vientre,
un día parió un niñito,
su amor se volvió infinito,
del padre no hay quien lo encuentre.
Desde entonces quien se adentre
en su hogar sabrá qué pasa:
la reina del mar se abraza
al destino de ser madre,
se acaba el cuento, compadre,
soy el mar y esta es mi raza.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
30 10 13
Va desnuda la sirena
por las calles y los bares,
va por talleres y altares,
cubierta de luna llena.
Ya la besan, ya en la almena
de un hombre busca su gozo,
si es ministro o si es esposo
no le importa a la insaciable,
ni el comentario que entable
tras su paso el licencioso.
Así vaga, preferida
por los pobres y poetas,
con las mejillas repletas
de un color que imita vida.
Cada noche en su partida
busca lecho en los rincones,
en aldeas, en prisiones,
en palacios y en ciudades,
carga tantas soledades
que lo oculta entre sus dones.
Y los hombres, que son ciegos,
tras besarla ya la ignoran,
tantas camas atesoran
que en ellos todos son juegos.
No hay amor, ya no hay apegos,
salvo el de cuerpos sudados,
luego adiós, besos pagados
y a seguir con la rutina,
la sirena así camina
por senderos ya gastados.
Dicen que un día un marino
la sedujo entre las aguas,
que en su piel sintió las fraguas
de un volcán y un torbellino.
Por él dejó el submarino
reinado de algas y peces,
que suele llorar a veces,
sin que la sal llegue al fondo,
y es que así del mar es lo hondo
que no escucha ya sus preces.
Un día creció su vientre,
un día parió un niñito,
su amor se volvió infinito,
del padre no hay quien lo encuentre.
Desde entonces quien se adentre
en su hogar sabrá qué pasa:
la reina del mar se abraza
al destino de ser madre,
se acaba el cuento, compadre,
soy el mar y esta es mi raza.
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