Interviene el mar si no lo nombras,
a su llano sus aguas no congoja
el horizonte que es mar y se despoja
de sus aguas en el llano que descubras…
Intercede el amor, no vate de las olas
relumbra en vano ardor que no descubre
traslucir el horizonte que te cubre
y en sombras cede el oro que desolas…
Sonrisa marina se pierde en el ocaso
y en el ocaso aleve asombra su murmullo
y se pierde su rostro en pedregullo,
asido sólo a amar, en dócil brazo…
Desnuda el tamo de su vïentre aquellas olas,
y se suspira un sol de sol apenas,
quemando la ilusión que mueve penas
y enciende en su rubor el paso de sus velas…
El rostro tardío, nocturno en llamaradas
compagina el ardor que mueve la dialéctica divina
y enciende la penúltima llama que adivina
la sombra en las estrellas que el fulgor horadas…
Y en su Cielo, clama el sol tan bruno,
del tiempo sólo quedo en timón, en albedrío
que su fuerza sólo tañe en su albor y tañe un brío
en tus poros, tus sandalias, tu resguardo, lo que acuno…
Sólo siembra en las noches su inocencia
capaz de enhebrar la tierra de su tierra amada
y en la sombra de su ärdor no mueve la sentencia
de mi única mirada en tus ojos, enraizada…
Y en la quema de las hojas que hace crepúsculo la noche
evade un confín de humo en nuestros campos,
donde la llave a nuestros vuelos hace sol un solo broche
que se evade entre la sombra del jazmín, y oro nuestros tiempos…
Endulza un perfume en añil desnudo el aliciente
de su bandera y única mirada sonrïente,
sobre el desvelo que la sombra es lecho ardiente
en su penumbra, ya desvelo de la noche ausente.
Desnudo trazo que abruma la mirada
desde la sierpe que no engaña el solo helecho
donde figura en aquél trecho, su vislumbre enamorada
ä su cielo perpetuada la sombra que me ha hecho…
Y en el rostro de la amada, su prisión de fantasía
es doble sinsabor de la vertiente que desëaba,
en su bribón desnuda amara su desnuda cofradía
a su desvelo tallada, de la sombra que me amaba…
Rota, la silente tropa esbelta de tu dïurna guitarra
se dispersa en los acordes de una única pizarra
que envuelve el mediodía navegando en su reproche
y arremete con las olas, el gemido de la noche...
Sin el disparo de rübor, que tu cuerpo no deseara,
hace brío, no mi amor, mi desëo funcionara…
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