Un gran buen viaje

Un gran buen viaje

Busqué y busqué respuestas o señales
pero a mi alrededor sólo vi restos,
empleados públicos, víboras, bodas
y algún que otro camión cambiando muebles.
En vano preguntar por primaveras,
en vano amamantar con girasoles,
las cárceles están talón adentro,
así no han de llegar los días buenos.
El que quiera morir que siga ciego,
el que quiera vivir mire otros ojos,
allá soñando se abren las puertas,
el resto párpados del miedo enorme.
Bendito es el que cae de sus alas,
el que miró de frente a su Medusa,
el que en la cruz pidió ser perdonado,
el que pide perdón hasta a su sombra.
No falta más lugar, falta quien venga
y ponga no el vacío como alfombra,
más bien el porvenir en que cabemos
millones ya perdidos y otros tristes.
No quiero acomodar al relamido,
más bien al jugador que todo pierde,
al perdedor que aún así comparte
y al que vendrá y no sé cómo se llama.
La vieja soledad mordió los trigos,
el río no bajó sino hecho lodo,
y el hambre que pobló más que el duodeno
no supo comprender que el mal no nutre,
por suerte el soñador tocó trompetas
y cárceles y exilios y rechazos
y alguno más lo odió profundamente
por parecerse tanto a lo querido.
Por eso cargo aquí mis carabelas,
no quiero descubrir, sino un regreso
al vientre virginal con sus semillas,
al pecho maternal que me amamanta,
allí donde la luz no es laberinto
sino el hilo del oro hasta tus huesos.
Me falta, yo lo sé, no sé qué falta,
pero hay en mi interior plazas vacías,
cabañas por limpiar, mil calaveras
que transformar en carne del misterio.
Mañana ocuparé todas las horas,
las que ya me viví, las que escaparon,
las que parto a buscar y, si tú quieres,
en ti busco también, pues nadie sobra.
Yo mismo me lo digo en este espejo,
de mis manos cayó, por eso vuelo
y en el fragmento irreal de lo que somos,
comprendo que algo más hay que marañas.
Ya parto y lo que encuentre se los cuento,
benditos donde estén, y un gran buen viaje.

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