Mientras mis ojos lloran
El cielo abre su tienda de compactas redes
y peces transparentes caen sobre el mundo,
gotas como perlas de un tesoro improvisado
que brillan sobre techos y muros y en los campos.
Entonces de los ríos, los lagos y los mares
parece que a su vez las gotas ascendieran,
bajaran hacia arriba y, anegando el mundo,
se ataran cual cuerdas a nubes derribadas.
Llueve, eternamente llueve, más bien dicho
la tierra recupera su prosapia de agua,
su líquido y azul origen inefable,
su esencia submarina, ahogando incluso el cielo.
Los párpados del hombre a agallas se asemejan,
respiran bajo el agua, capturando imágenes,
torrentes, cascadas, ciudades sumergidas
y un pálido cantar de alveolos que se inundan,
y es que nos faltan las aletas en el pecho,
escamas en la espalda, el sólido silencio,
más bien cae en el agua un grito que te atrapa
y te hunde cual la casa en que habitamos juntos.
Llueve, nos marchamos, eternamente llueve,
quién lo diría con tal sol garganta adentro,
con tal luz en la piel, con este cielo azul
y despejado salvo en estos ojos grises,
tristes, anegados por su propio aguacero.
Llueve, señores, a pesar del arco iris,
si no lo ven comprendo, el día es claro y bello,
pero como ya ven yo no tengo paraguas
y a casa ya me voy, mientras mis ojos lloran.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
01 10 13
El cielo abre su tienda de compactas redes
y peces transparentes caen sobre el mundo,
gotas como perlas de un tesoro improvisado
que brillan sobre techos y muros y en los campos.
Entonces de los ríos, los lagos y los mares
parece que a su vez las gotas ascendieran,
bajaran hacia arriba y, anegando el mundo,
se ataran cual cuerdas a nubes derribadas.
Llueve, eternamente llueve, más bien dicho
la tierra recupera su prosapia de agua,
su líquido y azul origen inefable,
su esencia submarina, ahogando incluso el cielo.
Los párpados del hombre a agallas se asemejan,
respiran bajo el agua, capturando imágenes,
torrentes, cascadas, ciudades sumergidas
y un pálido cantar de alveolos que se inundan,
y es que nos faltan las aletas en el pecho,
escamas en la espalda, el sólido silencio,
más bien cae en el agua un grito que te atrapa
y te hunde cual la casa en que habitamos juntos.
Llueve, nos marchamos, eternamente llueve,
quién lo diría con tal sol garganta adentro,
con tal luz en la piel, con este cielo azul
y despejado salvo en estos ojos grises,
tristes, anegados por su propio aguacero.
Llueve, señores, a pesar del arco iris,
si no lo ven comprendo, el día es claro y bello,
pero como ya ven yo no tengo paraguas
y a casa ya me voy, mientras mis ojos lloran.
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