Sobre un araguaney
volaba un turpial,
perdió el equilibrio
y cayó a un lodazal.
Una hermosa orquídea
de pétalos grandes
le vio malherido
y a gritos quejarse:
“¡Ay, que desgraciado!”
¡Pobre de mí!
lloraba con pena
intentando salir.
El araguaney
viéndolo en apuros,
inclinó su tronco
todo cuánto pudo.
La orquídea estirada
del tronco colgada,
le sacó del pico
sin mancharse nada.
Las patas, las alas,
muy sucio del barro
los dos decidieron
en el río soltarlo.
El turpial nervioso
no sabía nadar,
y movía las alas
hundiéndose más.
La orquídea y el árbol
al turpial salvaron,
aunque en el intento
los dos se empaparon.
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