Motivo de mi risa es el alba de tu piel
cuyo verano, en el estío me atormenta
y de su fruto, la misma voz es miel
que renueva mi vocablo y me alimenta.
Causa a la noche no es parangón su rosa
que interpela su perfume en grato adarme,
de mi recelo lo dulcísimo destroza
mi solo aliento que confundes, para darme…
Un beso de adiós, confronta el sueño
con el ángel del rubí que me promete
la misma arena del pueblerino que somete
su torbellino de arduas penas en mi ceño…
Y es en mi ángel que mi tea ya no enclaustra
mis ilusiones, con vagas quejas, ya es alarde,
no se figura el mismo adiós, la misma tarde
que mi devoto alumno, socorre a la maestra…
A fe, que no procura el mismo sol, la misma llave
del mismo trunco solo arpegio de mi nave,
que en el resguardo a mi longevo extremo hacía,
las mismas velas, al bajel que conducía…
El solo azor de mi templanza, nacarado
en rubia huella de mi celo en luz virtuosa
arremete con la hiel tu sol helado
y se impregna en mi laurel, escandalosa…
A solo ébano descuerna en agonía
tu piel rendida en sola miel de fantasía,
que el mismo plectro de las aguas ya mundano
no se lava cristalinas sombras, brillo humano…
Y es el candil que pregona lentitudes
la mar que hace sostén tus arrebatos,
del mismo sol, la misma hebra de tus soles
que en tu cabello es prisión ya de tus tratos…
Tu mano es la realeza que sucumbe
el mismo ardor, la fantasía, ya la artesa
que, encolumnada a tu rústica belleza
hace ángel de sombras, luz derrumbe...
A tu diestra, la música es celada
del horizonte de tu faz, enamorada
cuasi desnuda en mi simiente, tras la noche
que hizo tacto de sol, diamante, broche…
Tu fantasía es la luz inagotable
que emana de tus ojos cual alumbras
a la mirada que te imprime y no te asombras
de tu fulgor irascible, y ya mudable…
Eres el dócil retrato de la arcilla
que en su mirada no se altera, maravilla
óleo que perdura, salitroso
de la batalla de tu almena, gozo.
Encumbra ya tu duelo, llamarada,
que la forma de tus labios, enseñada
hace tacto de penas, admirada
mustia hoja de la rosa, enamorada…
Tallo que sinérgico hace flor
de cada pétalo, su nüevo amor
y en su celada hace miel el esplendor
de tu figura de oro, ruiseñor…
Haces sombra la luz, y es admirable,
la luz de tu sombra, inigualable.
cuyo verano, en el estío me atormenta
y de su fruto, la misma voz es miel
que renueva mi vocablo y me alimenta.
Causa a la noche no es parangón su rosa
que interpela su perfume en grato adarme,
de mi recelo lo dulcísimo destroza
mi solo aliento que confundes, para darme…
Un beso de adiós, confronta el sueño
con el ángel del rubí que me promete
la misma arena del pueblerino que somete
su torbellino de arduas penas en mi ceño…
Y es en mi ángel que mi tea ya no enclaustra
mis ilusiones, con vagas quejas, ya es alarde,
no se figura el mismo adiós, la misma tarde
que mi devoto alumno, socorre a la maestra…
A fe, que no procura el mismo sol, la misma llave
del mismo trunco solo arpegio de mi nave,
que en el resguardo a mi longevo extremo hacía,
las mismas velas, al bajel que conducía…
El solo azor de mi templanza, nacarado
en rubia huella de mi celo en luz virtuosa
arremete con la hiel tu sol helado
y se impregna en mi laurel, escandalosa…
A solo ébano descuerna en agonía
tu piel rendida en sola miel de fantasía,
que el mismo plectro de las aguas ya mundano
no se lava cristalinas sombras, brillo humano…
Y es el candil que pregona lentitudes
la mar que hace sostén tus arrebatos,
del mismo sol, la misma hebra de tus soles
que en tu cabello es prisión ya de tus tratos…
Tu mano es la realeza que sucumbe
el mismo ardor, la fantasía, ya la artesa
que, encolumnada a tu rústica belleza
hace ángel de sombras, luz derrumbe...
A tu diestra, la música es celada
del horizonte de tu faz, enamorada
cuasi desnuda en mi simiente, tras la noche
que hizo tacto de sol, diamante, broche…
Tu fantasía es la luz inagotable
que emana de tus ojos cual alumbras
a la mirada que te imprime y no te asombras
de tu fulgor irascible, y ya mudable…
Eres el dócil retrato de la arcilla
que en su mirada no se altera, maravilla
óleo que perdura, salitroso
de la batalla de tu almena, gozo.
Encumbra ya tu duelo, llamarada,
que la forma de tus labios, enseñada
hace tacto de penas, admirada
mustia hoja de la rosa, enamorada…
Tallo que sinérgico hace flor
de cada pétalo, su nüevo amor
y en su celada hace miel el esplendor
de tu figura de oro, ruiseñor…
Haces sombra la luz, y es admirable,
la luz de tu sombra, inigualable.
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