Testigo de mi ojo el cielo guía,
de tu dulzura, el Sol me perseguía
y en lenta noche abrevaba tu dulzura
epicentro de mi amor cuando besas a mi cura…
Mi sombra yace cual cuerpo cinerario
que bebe de tu son el viento funerario
de la doble campana en el aleve albor,
resurgiendo a tu marëa el viento del dolor…
Eleva trono en el silencio, tu dulce aroma pesa
cual incisiva nave, oriunda que se mece,
sobre el mar iridiscente espuma la adormece
aliando sombra en sombra, azules aguas besa….
Es oro de su llanto, el rocío que compara
lenta espuma diera a su sombra, consonancia
que se vuelve espesura donde siembra la abundancia
del jinete de las olas, donde el vïento las amara…
Ribete oscuro de mi centro, pasïva voz endeble
llanto que no amueble lágrimas y sales
dormidas en amagues y displicentes leves soles
que se amuran en el brillo de su brillo indeleble…
Yace ya despierto de su cosmogonía
elegía impresa en mustios canes dibujados
en el genuflexo mar corpóreo y poemas ajados
en tristes olas leves, y sombra equidistante mantenía…
Por el pasïvo ardor que vuelve llamaradas
al celo de doseles encubiertos y celando
de las rúbricas panteras que el color de tus miradas
sopesa más en tenue minoría pues, obrando
en igualitaria forma, ciñendo del celaje
dura espera de todo linaje en la alameda,
por siempre frescura y amante la seda
de tu perpetua sonrisa y espada que ultraje…
Mirada de amor ubicua y celada,
despeje en albor, opuesta y recobrada
espuma y latido, latido en espuma
silencio de albor y mirada que suma…
Necesaria, la noche, a tus ojos de tea
clava su bandeja de oro en la penumbra
sobre el nácar que la espuela de sus ojos en la sombra
rubicundos los ardores la pierden en la brea…
Opuestos pinos, galante, unos a otros, la manera
de su perpetua helada y sol de Primavera
que atesta con sus flores nacaradas, ya su júbilo
en albor, quizás no duela el paraíso de su flor,
juventud de tus ojos de miel atesados en el vilo
de su renaciente color en el oro de su fugaz dolor
doblegando el espurio fuego del crepúsculo mojado
en el silencio de tu selva, de luz atravesado…
Eres la testigo que a mi amor guía su ojo
templada en el sosiego nacarado, donde vuelas,
y el amor donde mi rapsodia de verano tú consuelas
es el doble ardor de los fuegos de tu antojo…
Primicia es el Verano, y su llegada en Primavera,
aliciente de mi espera, que suscita llamaradas
y en las alas de mi flor nacen contínuas cadenas
que me atan a tu son como hermanas, en tu ribera…
Nacen de tu luz, atavíos de verano,
mas llevar tu cruz, enamoraría a mi mano.
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