Doblez de oscuridad,
candil espejando luz en el silencio...
Candil marmóreo apena la nieve de mi encuentro,
con el tácito rincón de mi pensar, al descubierto del amparo
sofisticando la marea y narciso don que deslumbra en el oriente,
semántica divina de tenor resplandeciente
y jilguero atado a tu canto, por céfiro igualado en madrigales y en espuma,
hedor de montaña que silba y arquea su sabor de mata enloquecida y quieta
por el rubor de penas duchas en la noche,
desamparadas penas que resbalan en el cinto del amanecer
inmortalizando su silencio, conglomerado de metal desnudo
irradiando el brillo y el calor del suelo,
el brillo y el calor del süeño…
Por iguales pisadas mi caballo encontró sus suspiros nacarados
en el óleo del tiempo…
Y he visto al zorzal y su canto hermoso traslucir la madeja del otoño,
en un verano de arduas Primaveras,
celando diapasones, estrépitos, bahías
de música…
Y palabras, resueltas con la noche bebidas del amanecer
encontrando en su cintura aquél ocaso simétrico
en vulvas de arena y escéptico sudor, rocío de alba presto
…huellas… que en la ciega arquitectura de la noche
no deparaban las estrellas en albor semidormido
como ascuas pedidas en soliloquio balanceado apenas
murmullo de semánticos espermas, de dolientes flores atrevidas
en la sierra de murmullo y de balance nutrido al despierto aroma de los sauces…
Con los árboles, llegaron mis esperanzas
legendarias fuerzas desde el abismo ó el dolor que emanaba mi sonrisa…
Tal vez… así como la noche, mi verbo aún dispara nïeve
en el blasón descubierto de un vendaval herido en acechanza,
confrontado con el hecho de volar a contrapelo de la luna y el destino,
clara deidad de sonorosa bruma y manto pernoctado en rüina
albor de escarlata frío en naturaleza con el cálido füego que resplandece
en el oriente, y atisba su clamor al occidente, platëadas estrellas de
diurnos oropeles en mi pecho, y estrellas en mi rostro
cantándole a la noche… su murmullo épico...
Silencio devanado de la aurora en sincopal albedrío de esbeltez profana
aliento de la honda nave de celados cántaros
risueños en la albura,
que eleva el ocio del matinal y esbelto lecho que preparan las ramas
hacia tu risa, hacia tu helada sombra, hacia tu desvelo,
tu tibieza, tus faroles de neón salpicados de luciérnagas encintas de noche...
Mi corazón acaba por yacer en tu diurna llamarada,
amanecer de profunda herida rota, lucida en mi derrota,
en mi ágil cosmogonía clamándole al desvelo
tu irisada mirada, abriéndose, en la esmeralda del descaro
y el juicio de mi sonrisa convocada hacia tu miel…
candil espejando luz en el silencio...
Candil marmóreo apena la nieve de mi encuentro,
con el tácito rincón de mi pensar, al descubierto del amparo
sofisticando la marea y narciso don que deslumbra en el oriente,
semántica divina de tenor resplandeciente
y jilguero atado a tu canto, por céfiro igualado en madrigales y en espuma,
hedor de montaña que silba y arquea su sabor de mata enloquecida y quieta
por el rubor de penas duchas en la noche,
desamparadas penas que resbalan en el cinto del amanecer
inmortalizando su silencio, conglomerado de metal desnudo
irradiando el brillo y el calor del suelo,
el brillo y el calor del süeño…
Por iguales pisadas mi caballo encontró sus suspiros nacarados
en el óleo del tiempo…
Y he visto al zorzal y su canto hermoso traslucir la madeja del otoño,
en un verano de arduas Primaveras,
celando diapasones, estrépitos, bahías
de música…
Y palabras, resueltas con la noche bebidas del amanecer
encontrando en su cintura aquél ocaso simétrico
en vulvas de arena y escéptico sudor, rocío de alba presto
…huellas… que en la ciega arquitectura de la noche
no deparaban las estrellas en albor semidormido
como ascuas pedidas en soliloquio balanceado apenas
murmullo de semánticos espermas, de dolientes flores atrevidas
en la sierra de murmullo y de balance nutrido al despierto aroma de los sauces…
Con los árboles, llegaron mis esperanzas
legendarias fuerzas desde el abismo ó el dolor que emanaba mi sonrisa…
Tal vez… así como la noche, mi verbo aún dispara nïeve
en el blasón descubierto de un vendaval herido en acechanza,
confrontado con el hecho de volar a contrapelo de la luna y el destino,
clara deidad de sonorosa bruma y manto pernoctado en rüina
albor de escarlata frío en naturaleza con el cálido füego que resplandece
en el oriente, y atisba su clamor al occidente, platëadas estrellas de
diurnos oropeles en mi pecho, y estrellas en mi rostro
cantándole a la noche… su murmullo épico...
Silencio devanado de la aurora en sincopal albedrío de esbeltez profana
aliento de la honda nave de celados cántaros
risueños en la albura,
que eleva el ocio del matinal y esbelto lecho que preparan las ramas
hacia tu risa, hacia tu helada sombra, hacia tu desvelo,
tu tibieza, tus faroles de neón salpicados de luciérnagas encintas de noche...
Mi corazón acaba por yacer en tu diurna llamarada,
amanecer de profunda herida rota, lucida en mi derrota,
en mi ágil cosmogonía clamándole al desvelo
tu irisada mirada, abriéndose, en la esmeralda del descaro
y el juicio de mi sonrisa convocada hacia tu miel…
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