Venga la lluvia

Venga la lluvia

Ni la lluvia con sus recursos literarios
pudo sacarme del sarcasmo de estar triste
ni con su hipérbaton de cielos y mareas,
ni con su imagen de un niño frente al vidrio,
ni con la simple rima roma de sus gotas.
Era un fracaso el temporal frente a mi pena,
una gotera aquel tifón frente a los ríos de mis ojos,
una humedad el aluvión sin mis gusanos ni mi musgo,
un pobre remedar del llanto humano y mío el padre océano.
Podría demandar, dije, a los cielos
por tanto prometer que no se cumple
ni en el pedazo azul del paño eterno
ni esta gris lavaza de las nubes somnolientas.
Podría levantar cargos veraces
en contra de los hilos de esta lluvia
que ni atan ni sostienen el desvelo,
que tampoco lavar logran lo ingrato de estar sordos.
Pero lo supe, no es así que se resuelven estas cosas,
hay que vagar como alejado de uno mismo,
hay que mirar como en los ojos del que extraña,
hay que sentir con la aflicción del que no grita,
y en ellos encontrar, no la ocasión de un mal consuelo,
sino la cruda y gran verdad de amanecer solo en el mundo.
Entonces esa gota que por vez primera anuncia lluvia
poder tendrá para sanar la inundación de quien no ríe,
de quien entonces va a la calle dispuesto a relajarse,
a que la lluvia le resbale, cale huesos, lave su ira y sus fantasmas
y le devuelva al fin la paz perdida y la esperanza para siempre.

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05 06 13