Desde el color de tus labios llega mi esperanza
en el acierto de la tarde, que gime hasta tu boca
el cencerro de mi alma a tu corazón apoca
manantial de mi esperanza en tu juventud avanza...
Imagen vuelta en andas, la espera de la lluvia no promete
el ocaso vuelto en ángel que la duna me arremete
a plañir un corazón de flores que separa
en tu fuego la ilusión que el llanto amara...
Holgazana distinción que se roba mi cobija
hilando la perpetua fauce nacarada,
de tu sol a tu promesa fuera amar como una hija
la desnuda piel del ala donde alea la mirada...
Alusiva, clara en el océano de mieles
que perpetúan la semántica del verbo que anochece
en su júbilo la ofrenda de tus labios en laureles
sobre la oceánica efusión que pernocta y que adormece...
Mi bajel se vuelve quedo, en tus aguas, la gaviota
que se vuelve a su lugar en el cielo, nacarada
esperando tu rubor desde la tëa templada
en el frescor de tu mejilla en la lágrima que agota...
Tus cejas son el alba que desnuda la terrena
enramada de los bosques que enjaulan a mi pena
y en tus vacuas ya mediantes solazadas panojas
se van todas las flores tan pronto las escojas...
Su lugar es el silencio de tu alma junto a mí
y en las alas de mi vuelo, mi vuelo clama a ti
agobiando en la marea su nocturna inmensidad
anidando en tu cabello toda el alba, claridad...
Tu destino, ¿quién lo luce? ¿quién lo llama? identidad
su desnuda alba en el vuelo lo conoce nada más
el que ríe con tus ojos cuando vuelves tu bondad
hacia el ala que no cesa, que no pule, que desnuda al que amás...
Mi silencio fue Castalia, una gota en tu rocío,
mi panoja se deshoja, a tu lluvia en el estío...
en el acierto de la tarde, que gime hasta tu boca
el cencerro de mi alma a tu corazón apoca
manantial de mi esperanza en tu juventud avanza...
Imagen vuelta en andas, la espera de la lluvia no promete
el ocaso vuelto en ángel que la duna me arremete
a plañir un corazón de flores que separa
en tu fuego la ilusión que el llanto amara...
Holgazana distinción que se roba mi cobija
hilando la perpetua fauce nacarada,
de tu sol a tu promesa fuera amar como una hija
la desnuda piel del ala donde alea la mirada...
Alusiva, clara en el océano de mieles
que perpetúan la semántica del verbo que anochece
en su júbilo la ofrenda de tus labios en laureles
sobre la oceánica efusión que pernocta y que adormece...
Mi bajel se vuelve quedo, en tus aguas, la gaviota
que se vuelve a su lugar en el cielo, nacarada
esperando tu rubor desde la tëa templada
en el frescor de tu mejilla en la lágrima que agota...
Tus cejas son el alba que desnuda la terrena
enramada de los bosques que enjaulan a mi pena
y en tus vacuas ya mediantes solazadas panojas
se van todas las flores tan pronto las escojas...
Su lugar es el silencio de tu alma junto a mí
y en las alas de mi vuelo, mi vuelo clama a ti
agobiando en la marea su nocturna inmensidad
anidando en tu cabello toda el alba, claridad...
Tu destino, ¿quién lo luce? ¿quién lo llama? identidad
su desnuda alba en el vuelo lo conoce nada más
el que ríe con tus ojos cuando vuelves tu bondad
hacia el ala que no cesa, que no pule, que desnuda al que amás...
Mi silencio fue Castalia, una gota en tu rocío,
mi panoja se deshoja, a tu lluvia en el estío...
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