Hijo de Chile
Yo que vengo de América, la verde,
de Chile, el copihual que ardió en la espuma,
les digo, coterráneos del sol y de la luna,
de Pluto, de Titán, de las arenas estelares,
que vengo a sonreír porque ya el llanto es suficiente,
la cruz del invasor, esos dolores de los dólares,
que compran y que venden por siglos mis tesoros,
mis indios, mis materias, mis amados seres vivos,
chillas, linces, loros, alpacas de oro puro
y al hombre y la mujer que en vano, en vano resistieron.
Les digo que el amor ya lo tenían nuestras costas,
las erizadas cordilleras, los mantos del salitre,
del cobre, del lenguado, de los gráciles flamencos,
les digo que la paz era araucaria en el sur frío
y sólido desierto en las caderas de la noche,
les cuento, hermanos míos, que mi patria
fue sólo soledad, río silente
y huracanado bosque de semillas prodigiosas,
cantó el zorzal, miró el huemul la estela verde
de los ancestros que en canoas o en silencio
cruzaron este mar azul y libre de mi tierra.
Eso hasta el día que aprendieron del acero,
del caballo y de la cruz, de la sangrienta espada,
y alzaron con su asombro una muerte inesperada
en un mundo donde la muerte era pacífica visita.
Entonces españoles se cruzaron con mi pueblo,
entonces araucanos resistieron el dominio
y fuertes, chozas, siembras y destinos arrasados
fueron por el fuego de una guerra inexorable.
De todo ello nos quedó una larga y lánguida tristeza,
una esperanza oculta en el terrón de las costillas
y un tiempo por vivir entre mezclados patrimonios.
Chileno soy, eso les digo, yo lo canto,
pues tras tantas apariencias de ambiciosos capitanes,
yo miro el sol del pobre, aquel ocaso de las mantas,
de teteras ya tiznadas por la ausencia o por el tiempo,
de brasas ya cargadas por el fulgor de los que miran
y eternas en la paz de las heridas más secretas.
Chileno quiero ser hasta nacer de nuevo en Chile,
ya sea como el surco que el arado de la historia
nos abra para ver un luminoso y fértil cielo,
ya sea para dar de mi costado el simple fruto
de mis palabras al que a solas nada tuvo sino el miedo,
sino el frío del error en que lo envuelven los ministros,
sino la fe con que mi hermano me abrazó, ya muerto todo.
Chileno soy y, pues en este mundo
repartidos nos vemos, nos buscamos, nos aliamos con la vida,
les traigo un porvenir en que no veo bien los frutos,
pero que desde aquí presiento lleno de estrellas si lo cantas.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
07 03 13
Yo que vengo de América, la verde,
de Chile, el copihual que ardió en la espuma,
les digo, coterráneos del sol y de la luna,
de Pluto, de Titán, de las arenas estelares,
que vengo a sonreír porque ya el llanto es suficiente,
la cruz del invasor, esos dolores de los dólares,
que compran y que venden por siglos mis tesoros,
mis indios, mis materias, mis amados seres vivos,
chillas, linces, loros, alpacas de oro puro
y al hombre y la mujer que en vano, en vano resistieron.
Les digo que el amor ya lo tenían nuestras costas,
las erizadas cordilleras, los mantos del salitre,
del cobre, del lenguado, de los gráciles flamencos,
les digo que la paz era araucaria en el sur frío
y sólido desierto en las caderas de la noche,
les cuento, hermanos míos, que mi patria
fue sólo soledad, río silente
y huracanado bosque de semillas prodigiosas,
cantó el zorzal, miró el huemul la estela verde
de los ancestros que en canoas o en silencio
cruzaron este mar azul y libre de mi tierra.
Eso hasta el día que aprendieron del acero,
del caballo y de la cruz, de la sangrienta espada,
y alzaron con su asombro una muerte inesperada
en un mundo donde la muerte era pacífica visita.
Entonces españoles se cruzaron con mi pueblo,
entonces araucanos resistieron el dominio
y fuertes, chozas, siembras y destinos arrasados
fueron por el fuego de una guerra inexorable.
De todo ello nos quedó una larga y lánguida tristeza,
una esperanza oculta en el terrón de las costillas
y un tiempo por vivir entre mezclados patrimonios.
Chileno soy, eso les digo, yo lo canto,
pues tras tantas apariencias de ambiciosos capitanes,
yo miro el sol del pobre, aquel ocaso de las mantas,
de teteras ya tiznadas por la ausencia o por el tiempo,
de brasas ya cargadas por el fulgor de los que miran
y eternas en la paz de las heridas más secretas.
Chileno quiero ser hasta nacer de nuevo en Chile,
ya sea como el surco que el arado de la historia
nos abra para ver un luminoso y fértil cielo,
ya sea para dar de mi costado el simple fruto
de mis palabras al que a solas nada tuvo sino el miedo,
sino el frío del error en que lo envuelven los ministros,
sino la fe con que mi hermano me abrazó, ya muerto todo.
Chileno soy y, pues en este mundo
repartidos nos vemos, nos buscamos, nos aliamos con la vida,
les traigo un porvenir en que no veo bien los frutos,
pero que desde aquí presiento lleno de estrellas si lo cantas.
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