Un joven llamado Neftalí
Padre de la poesía,
niño pobre,
defensor con sentido de la dicha humana,
cántanos de nuevo desde el árbol o la usina,
súbete a los trenes desde entonces detenidos.
Había en ti una lluvia al sur del territorio,
una condena de cristal sobre las calles de Santiago,
corrías desde el pan a la corteza de los días,
mordisqueando confesiones del reloj y sus esferas.
Alto o pequeño, solemne o jubiloso,
contigo el sol tuvo más letras cada día
y las noche más estrellas que el sombrero del más triste,
andabas sin llegar porque ya estabas en las cosas,
amabas sin volver porque en tu corazón ya todo estaba,
creciste natural, alzaste tu estatura
y el mundo te alojó con sal y flores en su mesa,
con manzanas, con manteles de sangre y de rocío,
y por cierto con comensales de infinitas latitudes,
ásperos, elocuentes, solidarios, infernales,
hombres y mujeres de toda raza y consistencia.
Eras tímido en la patria, eras humilde,
tus zapatos te llevaban sin reclamo
desde la pobreza al nuevo verso, desde tu pensión
al ministerio y a las calles taciturnas.
Te veo en los actuales rebeldes de mi tiempo,
que corren perseguidos por lebreles policiales,
que comen poco a poco un hambre nueva de justicia
y esgrimen por razones nuevas tierras para el canto.
Con ellos vas, con ellos
cantas tu alegría y yo regreso
al fin a tus cuadernos escolares.
Mañana partirás a tu destino de baluarte,
hoy yo te busco, jovencito, como quien abraza largamente
a aquel amigo que llegó desde el asombro
para aprender juntos de amor y de esperanza y poesía.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
12 03 13
Padre de la poesía,
niño pobre,
defensor con sentido de la dicha humana,
cántanos de nuevo desde el árbol o la usina,
súbete a los trenes desde entonces detenidos.
Había en ti una lluvia al sur del territorio,
una condena de cristal sobre las calles de Santiago,
corrías desde el pan a la corteza de los días,
mordisqueando confesiones del reloj y sus esferas.
Alto o pequeño, solemne o jubiloso,
contigo el sol tuvo más letras cada día
y las noche más estrellas que el sombrero del más triste,
andabas sin llegar porque ya estabas en las cosas,
amabas sin volver porque en tu corazón ya todo estaba,
creciste natural, alzaste tu estatura
y el mundo te alojó con sal y flores en su mesa,
con manzanas, con manteles de sangre y de rocío,
y por cierto con comensales de infinitas latitudes,
ásperos, elocuentes, solidarios, infernales,
hombres y mujeres de toda raza y consistencia.
Eras tímido en la patria, eras humilde,
tus zapatos te llevaban sin reclamo
desde la pobreza al nuevo verso, desde tu pensión
al ministerio y a las calles taciturnas.
Te veo en los actuales rebeldes de mi tiempo,
que corren perseguidos por lebreles policiales,
que comen poco a poco un hambre nueva de justicia
y esgrimen por razones nuevas tierras para el canto.
Con ellos vas, con ellos
cantas tu alegría y yo regreso
al fin a tus cuadernos escolares.
Mañana partirás a tu destino de baluarte,
hoy yo te busco, jovencito, como quien abraza largamente
a aquel amigo que llegó desde el asombro
para aprender juntos de amor y de esperanza y poesía.
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