La siembra
He hallado el hilo que de tierra a cielo te une,
la flor filosofal que pone un cuerpo a tu alma,
la luz de tu latir, esos tambores de tus manos
y el tacto virginal con el que el mar rige nuestros días.
He amado esta ciudad en que las calles son tus venas,
las plazas tus pezones, el palacio tu cintura
y el suave y verde parque aquel rincón de tu entrepiernas.
Y vuelco mi poder a tus diez dedos, a besarlos,
a herirte sin dolor en comunión con tus estrellas,
con el racimo de tus astros, allí, tendido y bello,
dejándose adorar como en un tiempo de profetas.
He visto tu rubor, la efigie de tu entrega,
los párpados de sol con que me miras desde el centro
y el pálido rumor de tus secretos más sagrados
y abiertos como flor para el solaz de mis sentidos.
He sido tuyo cual ni yo me he poseído,
me he entregado como el niño a sus pegasos y cometas
o el hombre a su reloj de tierras y semillas,
de arados, de epicentros en el goce del labriego,
que con calmada voz, que con sencilla mano
genera un universo con sólo abrir un tibio surco,
con sólo sumergir su gran regalo en tu aposento.
He vuelto a renacer porque algo en ti me ha vuelto pleno,
porque hemos sido dos los que un mismo fuego ardimos
sencillamente para amar y para ver desnudo el mutuo fruto.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
20 02 13
He hallado el hilo que de tierra a cielo te une,
la flor filosofal que pone un cuerpo a tu alma,
la luz de tu latir, esos tambores de tus manos
y el tacto virginal con el que el mar rige nuestros días.
He amado esta ciudad en que las calles son tus venas,
las plazas tus pezones, el palacio tu cintura
y el suave y verde parque aquel rincón de tu entrepiernas.
Y vuelco mi poder a tus diez dedos, a besarlos,
a herirte sin dolor en comunión con tus estrellas,
con el racimo de tus astros, allí, tendido y bello,
dejándose adorar como en un tiempo de profetas.
He visto tu rubor, la efigie de tu entrega,
los párpados de sol con que me miras desde el centro
y el pálido rumor de tus secretos más sagrados
y abiertos como flor para el solaz de mis sentidos.
He sido tuyo cual ni yo me he poseído,
me he entregado como el niño a sus pegasos y cometas
o el hombre a su reloj de tierras y semillas,
de arados, de epicentros en el goce del labriego,
que con calmada voz, que con sencilla mano
genera un universo con sólo abrir un tibio surco,
con sólo sumergir su gran regalo en tu aposento.
He vuelto a renacer porque algo en ti me ha vuelto pleno,
porque hemos sido dos los que un mismo fuego ardimos
sencillamente para amar y para ver desnudo el mutuo fruto.
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