Vuela con la vid la vida
la esperanza,
sobre la mazmorra del silencio
un ala sombría se aleja
y se disuelve,
el llanto se dispersa
y nace el alba,
se funde la moneda de la fuente.
Agua fue tu nacimiento
y en mis brazos
la lumbre se descubre
sobre el alma.
Sobre el reparo de una flor
el equinoccio se desata,
besa la armadura de tus fauces
perfumando la mañana.
En su caer bate la sombra
el mismo porvenir letrado,
sus alas nieva, consumado
el rasgo de la flor con alas enjaulado.
Eres voz trémula, lento ardid
en la mañana,
una flor, una nube, una montaña
esclavo de la luz su llama aflora.
Nace, y se deslumbra su amapola
lenta epifanía de alas de ruego,
su zorzal desclava su mirada
en el tiento de la flor
las sombras de la tierra.
Nace y azul despega
la bóveda de luz en sus alas que no niega
la blanca epifanía en las olas del viento.
Sufre un instante, su racimo de simpleza
la duna de su fuerza eclipsa su arrebato,
libera enero de su jaula
su voz que resplandece
su vuelo libre en el Sol renace.
Y no descubre el hombre su sustancia,
el vibrar de las pisadas con orgullo
su voz palidece y no se exalta.
Las ruinas de la tierra
las lágrimas del sol que reverbera,
las alas de su flor
que se libera.
Encontrase la lluvia en el desvelado universo,
para satisfacer las plegarias de la lluvia,
vaciando su sustento en armonía remota,
inclinando los vasos en llamarada de tormenta.
Sustrae sus versos, tiñendo el ocaso púrpura
florecido apenas
para saciar su desvelo enmohecido de silencio.
Lenta fue la cueva, el caminar soberano por
las alcaparras que desatan su flor en el verano,
tiñendo el ocaso esbelto de una flecha.
Su latitud de madrugada esconde
la vertiente del silencio,
por los álamos confusos de su vientre,
impregnando las huellas olvidadas de la espuma.
Así la noche recuesta en su regazo
el colapso misterioso de la flecha,
aguardando su tesoro, una honda que disuelve
sílabas al viento,
un regazo que nieva sobre el alma,
una flor que en el vacío
del viento es su suspiro.
Como esa huella por el mar vencido
estira el ala su principio herido,
dobla las luces del alba, su mordaz aurora
del hombre somnolienta.
Estrecho río de cauce caudaloso
amor sin par
del mar vertiginoso,
renueve el alba su mar indiferente
luciérnaga hostil
de hebras, sol, estrecha fuente.
Alada de tu pie, su cal, su voz, su estrecha prisa
suave disfruta como la cornisa
y cálido y renuente
sumido paraíso,
pasajero sin voz de láminas ardiente.
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