La caída

La caída

Ángel sin ley, devorador de los espacios en tus muslos,
conciliador de heridas carne a carne y de orgasmos simultáneos y sin tiempo.
En el reciente porvenir tenían sitio tus labios, mis dolores,
nuestro sueño y un vaso de cerveza en el verano.
Acá el temor alzó su espalda divisoria,
allá la lengua se encargó de difamarnos, de no entender cada tropiezo
como un gesto en que encontrar una salida al laberinto.
Así las cosas, tanta piel se fue tras de nosotros,
sin nosotros, con nosotros y al olvido,
que sólo quedan los fragmentos de un edén ya derrumbado,
y de tus alas estas plumas con que en mi tinta roja
condecoran nuestro adiós estas palabras
que aún suspiran recordando nuestro simultáneo vuelo.

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22 12 12