He visto montañas de nieves eternas,
calladas, puras, agrestes,secretas...
Tirada a sus pies toda mi entereza,
el silencio suyo quebrando mis penas,
calladas, puras, agrestes, secretas...
He visto los lagos que ellas alimentan,
brillantes al sol de la primavera,
callados, puros, agrestes, secretos...
Tirada a su orilla devolvió mi imagen,
pálida, inquieta.
En mis ojos aquietados
la silueta azul de un pez
rasgó mi sonrisa,
contra una piedra se estrelló mi voz.
Montañas y lagos hijos de la tierra.
Manitos pequeñas dentro de las cuevas,
calladas, puras, agrestes, secretas...
Paisajes de antiguos misterios;
leyendas y cuentos de miles de lunas.
Aridos paisajes, sombras furtivas,
invisibles amos dueños de la tierra.
Tehuelches ariscos, valientes y amables,
allí todavía, cuentan sus historias...
Entre las montañas, dentro de sus lagos,
cuando rueda el viento, rugen sus victorias.
Tras piedra y sequía surgen los oasis,
cuando en el verano, las nieves eternas
se vuelcan en ríos, chorrillos, cascadas,
lagos y fuentes.
Celestes colosos el Glaciar Moreno,
el Upsala y otros...
Explicar tal magia no puede mi boca.
Mis ojos no podían recorrer,
pellizcar, beber, tanta maravilla.
Golondrina, volveré como tú...
Probamos sus frutos morados:
calafates de nieve morados de frío,
de sol bañadas sus flores;
espinas de verano acaricié con cuidado...
Robé su tesoro de labios morados,
calladamente.
Matilde Maisonnave
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