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    Aljamod


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    Mensaje por Aljamod Vie Abr 13, 2012 9:27 pm

    Tengo cerca de doscientos textos escritos en prosa, por lo cual los iré subiendo cronológicamente.
    Comenzaré con aquellos escritos entre los años 2002 y 2006, período al que pertenecen los poemas que ya fueron posteados en los subforos correspondientes.


    AÑO 2002 - 2006


    PRIMERA PARTE


    El café de las seis

    El café de las seis me lo tomé a los diez. Después ya no tuve oportunidad de contarte nada, o tal vez no supe cómo hacerlo. De cualquier manera, una vez más no estabas cuando regresé a casa, y así se me pasó otro día.

    A los seis años de edad, el niño ya tiene presente su destino en la vida, aunque pasa el tiempo y a los diez se le olvida.
    A los seis años puede mirar en los ojos de las personas y leer los sentimientos que se esconden en lo más profundo de sus corazones, pero con el correr del tiempo pierde ese don, y a los diez no recuerda absolutamente nada.

    Pasé toda mi existencia buscándole el sentido a la vida. Hice, deshice y volví a hacer. Afirmé, negué y volví a afirmar.
    Avancé, retrocedí y volví a avanzar. Creí, descreí y volví a creer. Y es recién en estos momentos, luego de posar un pie en
    el oscuro borde de mi sepultura, cuando vengo a encontrar el sentido de la vida.

    Aunque muchos y cambiantes fueron los motivos que me movieron, ahora comprendo que todos esos motivos terminan transformándose en uno solo. Pero ahora es demasiado tarde para hacer algo al respecto, salvo decirle a quien se encuentre a la búsqueda de un sentido en su vida, que debería prestar un poco más de atención a los ojos de los niños, pues solo ellos conocen el motivo, y a los diez se les olvida.

    Cuando regresé a mi taza de café, me sorprendí al ver que aún estaba llena, y aunque el humo continuaba saliendo, tras el primer sorbo me di cuenta que se había enfriado. Entonces lo tiré en el fregadero para que siguiera el camino que lo llevaría junto a las demás aguas del mundo. Y ese café, un día volverá a hacerse café, una y otra vez, hasta que alguien decida beberlo…

    El niño levanta la taza y bebe lentamente. Mientras por su mente pasa, brevemente, el lejano sonido de la voz que ya no tendrá posibilidad de volver a oír, mira hacia fuera a través de la ventana y vuelve a pensar en lo que realmente importa: sus amigos le esperan para seguir jugando a la pelota.

    El choque con Kaazam

    Soy perpendicular a ella, en el mismo plano, en una misma dirección, y el choque es tan evidente como inminente.
    Después de sucedido el impacto, seremos paralelos, líneas casi confundidas en un mismo trazo, pero que seguirán siendo dos.

    Creo en ese Dios

    Creo en ese Dios de ojos perdidos en lo infinito, el de la memoria anclada en algún muelle del tiempo, el de colmillos largos y huecos, listos para succionar de la vida que jamás tuvo.
    Creo en ese Dios incorpóreo y omnipresente, que desde siempre quiso ser carne y no pudo.
    Creo en ese Dios triste, iracundo e impaciente, que cuando se mira a un espejo solo ve cielos y desiertos, y que a pesar de buscar y buscar, termina siempre solo, consigo mismo.
    Sí, creo en ese Dios.

    El Árbol del Deseo

    ¿Cuán factible es la realización de los deseos cuando no son estos más que locos sueños irreales? Consecuentemente, el sembrador, parado en el vasto campo de la imaginación, reclama para sí los frutos del árbol que nació de la semilla que hundió en las tierras de la memoria, pero imposible será la cosecha cuando las bocas que alimentar, son las mismas que elevaron sus cánticos a la lluvia que anegó la tierra y pudrió las semillas.
    Aunque invencible es el árbol del deseo, y el sembrador abandona sus deseos primarios para cambiarlos por otros más tangibles y poder darle una gran mordida a la irresistible manzana, que es del árbol fruto, y de la boca, deseo.

    La guerra de Kaazam

    Cada vez que he hecho mi intento he fallado maravillosa y miserablemente, y lamiendo mis heridas me he retirado a mi tienda de campaña, único refugio en esta guerra que se ha extendido por mucho más tiempo del que en un principio hubiera esperado.
    Pero una vez repuesto de cada uno de los golpes recibidos, y apenas cicatrizada cada una de las heridas, volveré a intentarlo. Hasta perderlo todo u obtener mi propósito en esta guerra.

    El mismo juego

    Jugamos el mismo juego, día tras día, noche tras noche, y me atrapa. Van pasando los capítulos y esta excitante historia me gusta cada vez más. Tiramos los dados, movemos las fichas, y yo pierdo.

    Dudas y certezas

    En una calurosa tarde de verano me encontraba sentado a la sombra de un árbol cuando me asaltó la duda por primera vez en mi vida. Yo, que era una persona llena de certezas, quedé paralizado por el terror, no supe qué pensar, decir o hacer. Viendo mi absoluta pasividad, la duda se alzó con toda mi colección de certezas, dejándome completamente desnudo bajo el árbol.
    En pocos segundos cientos de dudas me acecharon. Donde antes existían ancestrales convicciones, fuertes y grandes como el roble bajo el cual estaba sentado, crecieron innumerables dudas en forma de ágiles tallos trepadores que se multiplicaban a cada instante.
    Al principio me sentí bastante confundido, pero después de unos momentos, me pregunté si no sería mejor así.

    Un sorpresivo encuentro

    A medida que avanzo con lentitud, siento la fresca humedad que flota en el aire. El espeso colchón de hojas que cubre el suelo del bosque, aún no ha sido tocado por los primeros rayos del sol, que débilmente, comienza a asomar sobre la línea de un horizonte que no alcanzo a ver desde donde me encuentro.

    Los días han pasado, el otoño se ha marchado y pronto comenzarán a hacerse sentir los primeros fríos intensos. Aunque aún es muy temprano, los animales comienzan a despertar de la más larga noche del año, y ya puede oírse el canto de algunos pájaros que saludan con alborozo la llegada de un nuevo día.

    Mientras el bosque va cobrando vida y color, después de una noche que, como toda noche en el bosque, es sinónimo de inquietud, me dirijo hacia el espacio desarbolado en donde suelo pasar las mañanas de la estación fría.
    Realmente no espero de la vida mucho más de lo que me pueda llegar a dar. Acepto cada cosa que el destino me pone delante.

    De pronto aparece el hombre, quien coge una vara con la cual me golpea fuertemente. Mi cuerpo cruje como una rama seca. Ahora soy solo un colgajo pendiendo de la vara del hombre. Mi cabeza roza mi cola, y mi lengua bífida cuelga entre los colmillos huecos y aún viscosos por la sangre de mi asesino, que muy pronto me acompañará.

    La gran trama

    Los infortunios se suceden unos tras otros, pero no son más que las consecuencias de todos nuestros errores acumulados, uno tras otro, meses, años y siglos tras siglos.
    De tanto en tanto alguien entiende de qué se trata, pero es inmediatamente sacado de contexto.
    Cíclicamente se producen los hechos que van tejiendo la gran trama de la infinita historia universal. Cada pensamiento, cada palabra, cada gesto y cada sensación, se repite en el transcurso del tiempo. Hasta mi propia historia es reflejo de esa historia universal, y a ambas no las puedo entender del todo, o secretamente, y sin yo saberlo, no quiero.
    Podría beber de la gran fuente del Universo, de esa que siempre tiene sus aguas a disposición de todos los viajeros. Quisiera saber si calmando mi sed, podré algún día llegar a entender el secreto. Pero si eso sucediera, me negaré a ser sacado de contexto.

    Dioses de carne y hueso

    Todos somos dioses de carne y hueso, imperfectos y frágiles, inestables e inquietos, y en nosotros está la inmensidad del Universo. En nuestro interior se encuentran mil preguntas, y un poco más al fondo, las respuestas a los misterios. Pero están tan escondidos que resulta muy difícil acceder a ellos. En nosotros están las pequeñas y grandes miserias, los deseos, la culpa y los premios, pero igualmente somos dioses de carne y hueso.

    Hace mucho moraban los dioses en su mundo, creadores simples y aburridos que, no teniendo otra cosa para hacer, tan solo se dedicaban a alterar el tiempo. Habiendo creado este mundo, y el Universo entero, y desconociendo al ser que los había creado a ellos, los dioses estaban tristes, los dioses no tenían consuelo.

    Y decidieron un día (no les quedaba otro remedio) renunciar a sus puestos y abandonar los cielos. Al bajar a la tierra se convirtieron en dioses nuevos, se transformaron en hombres de carne y hueso. Pero al perder sus poderes, al dejar de ser eternos, descubrieron la soberbia, la ira, el dolor y el miedo; y al conocer el Amor, en ellos surgió el deseo: volver a ser dioses, pero no dioses de carne y hueso. Dioses en la tierra como antes lo habían sido en el cielo, y a través de sus poderes perderían el dolor y el miedo, derrotarían a la muerte y dominarían a placer sus deseos.

    Entonces inventaron dioses allá en los techos del cielo. Primero ofrendaron sacrificios, luego crearon cultos y escribieron mandamientos. Prometieron a sus descendientes un paraíso eterno, y por otro lado, los amenazaron con el infierno. Todo esto sin saber que allá arriba, había quedado uno de ellos.

    Ese Dios, el más grande, el más sabio, el más viejo, prometió regresarlos a todos, siempre y cuando fueran justos y verdaderos. Pero ninguno quiso seguir escuchando, y terminaron rebelándose contra el viejo. Por eso aún somos dioses, dioses de carne y hueso.

    El sueño del Minotauro

    El Minotauro sueña con perfumados laberintos de arbustos que estallan en miles de flores y frutos, con laberintos surcados por aguas cristalinas en donde habitan criaturas de las más increíbles formas, tamaños y colores. Sueña que el viento arremolinado juguetea entre las ramas de los árboles y que el sol hace relucir su piel, luego de haber corrido por extensas praderas en las que el brillo de la luna proyecta sombras de las paredes de su laberinto.

    El Minotauro sueña que está enamorado de la mujer más bella que mortal alguno haya conocido, que camina sobre tibias arenas de playas al pie de las montañas que forman parte del paisaje de su laberinto, y que a su lado camina la más hermosa de todas las criaturas que habitan el universo, el que no es más que una piedra en la pared de su laberinto.

    El Minotauro, una fracción de segundos antes de despertar de su sueño, sueña que es un Minotauro que en su sueño contempla, con ojos somnolientos, la punta de la espada que se dirige a su pecho.
    Aunque el sueño se tiñe completamente de rojo, el Minotauro continúa soñando. Sueña que es perfume de flores y frutas recorriendo los campos, que es viento jugando con las ramas de los árboles, nubes que juegan escondidas con el sol y la luna, que es todas y cada una de las criaturas que habitan el universo y todos los universos contenidos en cada piedra de las paredes del laberinto. Ahora, él es el laberinto.

    Los interminables circuitos de la máquina

    Fui programado para algo que no recuerdo, porque mi memoria sufrió una sobrecarga eléctrica que dañó mis circuitos.
    Desde entonces camino sobre la línea limítrofe del sistema, que no sabe si estoy saliendo o entrando.
    Como ante la duda no fue programada una respuesta, cual espía industrial o simple ladrón furtivo, extraigo la información necesaria que me permita introducir en él, el virus de la duda absoluta.
    En caso de lograrlo podré destruir todos los programas de cada uno de los componentes de los interminables circuitos de esta máquina, creada quien sabe por quién y para qué.

    Un experimento biológico

    La verdad es que no recibía mucha correspondencia. De la poca que tenía la felicidad de recibir, la mayoría eran facturas, pero últimamente ni siquiera llegaban a mis manos en tiempo y forma.
    Si bien todo sobre era depositado en el buzón correspondiente, alguien se encargaba de retirarlos, abrirlos y desperdigarlos por mi jardín, causando muchas veces el deterioro de los papeles y documentos, o el extravío de los mismos.

    Cansado de ese hecho, que se había repetido tres veces en el último mes, tomé la decisión de esconderme en mi casa y espiar por la ventana. Necesariamente hube de hacer a un lado muchos quehaceres, pero no quería deshacerme del buzón que había construido con un tronco de ceibo y una vieja lata de galletitas de las que exhibían los almacenes a finales de los años setenta.

    Al quinto día de vigilancia descubrí al autor de las fechorías, quien no resultó ser otro que Joaquín, un niño de no más de siete años que vivía a la vuelta de la esquina y que pude saber, era el terror de los vecinos por sus continuas travesuras.
    Como no deseaba entrar en conflicto con sus padres pensé una y otra vez la forma de solucionar la situación, pero como no se me ocurrió nada resolví dejar a un lado el tema.

    Una noche, mientras visitaba a Carlos, un amigo de la infancia que hacía unos años se había consagrado en el ámbito internacional por sus importantes descubrimientos en el campo de la genética, se me ocurrió la solución a mi pequeño pero fastidioso problema. Cuando se lo conté, aceptó gustoso obsequiarme los restos de un fallido experimento que aún conservaba en su laboratorio.

    Lo cierto es que a partir del momento en que cambié de buzón, no volví a tener problemas con mi correspondencia. La cabeza embalsamada es el buzón ideal, pues el enorme buche del pelícano es depósito más que suficiente para las cartas, y éstas deben ser depositadas a través de la boca entreabierta de un cocodrilo africano de enormes dientes, y ojos amarillentos que parecen vivos.

    Un congreso multitudinario

    Ayer, gracias a las extraordinarias y mágicas facultades de un amigo a quien le es posible comunicarse verbalmente con los animales, me enteré de que fue realizado, no hace mucho tiempo, un multitudinario congreso, por demás singular.
    Dicho evento fue llevado a cabo en una amplísima galería subterránea a la cual asistieron principalmente ratas, ratones, moscas y cucarachas, y el motivo de tan asombrosa reunión no fue menos sorprendente.

    Después de largas horas de intercambios de ideas, profundos análisis y arduas discusiones, se llegó a la resolución final de elevar a los gobernantes del país una misiva formal a modo de protesta en la cual declaraban su hondo malestar por la política económica que llevaban adelante.
    Reclamaban en la misma que, debido a la gravísima situación económica por la cual transitaba la nación, se veían en la incómoda situación de tener que disputar los escasos restos de comida y demás despojos arrojados en los basurales, con unos extraños seres muy parecidos a los seres humanos, y que al parecer, no tenían nada para comer.

    Lo peor de todo –concluyeron- es que no solo nos quitan lo que por derecho adquirido desde el comienzo de los tiempos es nuestro, sino que, no satisfechos con eso, nos atrapan y nos comen a nosotros.

    Se hizo justicia

    Hacía tiempo que venía esperando la resolución de un caso cuyo desenlace se había demorado mucho más de lo normal. Siempre había sido un ciudadano respetuoso de la Ley, pero una mañana, harto de esa situación, decidió hacer justicia por mano propia.
    Fue así que, comprando a periodistas, policías, jueces y jurados, se hizo justicia.

    El negocio perfecto

    Soy, tal y como mi apariencia lo indica, un exitoso y respetabilísimo hombre de negocios. No me muevo en un área específica. Busco cualquier posibilidad que estando dentro de los márgenes de la ley, me otorgue una ganancia acorde al riesgo de la inversión, lo cual, como todos saben, abre un horizonte inacabable de posibilidades.

    Debo admitir sin embargo, que no todas mis transacciones han obtenido la rentabilidad deseada; muy por el contrario, no tengo reparo alguno en confesar que las últimas han devengado unos pocos millones de ganancia. Fue ese el motivo por el cual hace unos meses hice un receso en mis ocupaciones tan sólo para dedicarme a planear el negocio perfecto, el cual, finalmente, terminé encontrando.
    Claro está que no lo realicé solo. De hecho formo parte de una poderosa corporación que opera a escala mundial y que por estar siempre a la búsqueda de nuevas oportunidades de expansión, puso a trabajar a un verdadero ejército de investigadores y analistas en economía, política, psicología e historia.

    Tras un exhaustivo seguimiento del comportamiento de todas las variables que componen las múltiples opciones de la libre economía de mercados, y del estudio de las complejas reacciones que los seres humanos manifiestan a los diversos estímulos, el equipo de expertos llegó a la conclusión de que el más redituable y seguro de todos los negocios, aquel que, exigiendo un mínimo de inversión otorga las mayores posibilidades de éxito, es poseer amistades entre los gobernantes de países subdesarrollados.

    En ocasiones enfrentamos obstáculos que a priori parecen insalvables, ya que no todos los gobernantes comparten nuestros intereses. Pero si esos países no cambian rápidamente su gobierno, son invadidos.

    CONTINUARÁ...

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    Aljamod


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    Mensaje por Aljamod Vie Abr 27, 2012 10:58 pm

    AÑO 2002 – 2006

    SEGUNDA PARTE



    Las dos mitades de naranja

    —He estado buscando a mi media naranja desde hace mucho tiempo, casi desde que tengo uso de razón —dijo una mitad de naranja a otra.

    —Lo mismo estoy haciendo yo —respondió la otra mitad—, pero últimamente he perdido la esperanza de encontrarla y me estoy cansando de esperar.

    —Pues tu búsqueda ha finalizado —aseguró la primera—. Yo soy esa mitad que buscas. Dicho esto, la primera mitad se acercó a la segunda y, comprobando que coincidían exactamente una con otra, ambas se convirtieron en una.

    Feliz y consciente de que ese mágico encuentro está solamente reservado a unos pocos elegidos, la naranja se arrodilló y agradeció al cielo la bendición recibida.
    Allá arriba, el hecho no pasó desapercibido a los ojos del dios Amor, el más antiguo y poderoso de todos los dioses.
    El Dios alargó entonces el brazo, tomó el fruto recién formado y después de partirlo en dos, lo exprimió y bebió el puro y fresco néctar de esa unión, jugo que aseguran algunos, está reservado a unos pocos.

    No hay peor ciego que el que no quiere ver

    El mundo no es en realidad lo que parece ser. Los buenos no son tan buenos, y a veces los malos resultan no ser tan malos. Todo lo que está claro termina oscureciéndose, y lo que está envuelto en tinieblas, al final es iluminado por la luz del entendimiento. Los grandes amores finalizan, abogados mediante, entre grandes papeleos, y los descubridores se dan cuenta de que en realidad ellos fueron los descubiertos.
    Lo que parece una gran línea recta, vista desde muy lejos, resulta ser una enorme circunferencia que, al fin y al cabo, por no terminar de cerrarse, no es más que un simple garabato trazado por la mano del niño que le hace saber a su madre que tiene hambre. Entonces ella se apresura a terminar de cocinar la sopa de verduras.
    Y al final, aunque me cueste admitirlo, el mundo real no es más que eso. Una gran y humeante olla de sopa de verduras en la cual, tú eres la cebolla, ella es la acelga y yo soy un nabo.

    Una discusión sin sentido

    La discusión parecía no tener fin. Al cabo de dos horas de tortuosos e intrincados ejercicios de razonamiento y complejas estructuras lógicas e ilógicas, ejecutadas con fervorosa pasión con el único fin de prevalecer sobre la opinión de los otros, el dilema se mantenía de igual manera, es decir, como al principio.

    Entonces, uno hizo gestos de que ya era suficiente.

    —No tiene sentido seguir discutiendo acerca de si el tiempo es cíclico.

    Un segundo debatiente también hizo oír su voz.

    —Al fin y al cabo no es tan importante saber si realmente existe vida en otros planetas.

    Y un tercero, quien dijo:

    —Prefiero no seguir perdiendo el tiempo. Por más que sigamos discutiendo, no nos pondremos de acuerdo con respecto a política.

    Acto seguido y después de un breve silencio, la discusión volvió a cobrar forma hasta situarse en una alocada vorágine de palabras totalmente insospechadas por mí, en el momento en que los tres sordos se pusieron a conversar acerca del clima.


    El motivo único


    Desde principios de los sesenta vivo con mi familia en una posada ubicada en las afueras de un pequeño pero pujante pueblo situado al sur de país.
    La finca cuenta con varias habitaciones, un par de baños, una amplia cocina, que es nuestro lugar predilecto, una sala que hacía las veces de biblioteca y una espaciosa e iluminada sala de recepción.
    Vivimos de forma cómoda, y nada nos falta de cuanto podamos necesitar. No podemos reclamarle a la vida mucho más, excepto por una cosa: las abominables bestias, que por momentos hacen de nuestra vida algo insoportable, sobre todo desde el momento en que la luz eléctrica llegó al poblado.

    Habitualmente, y con el fin de no encontrarnos con ellas, salíamos solamente cuando anochecía. Apenas el sol comenzaba a ocultarse y las penumbras tomaban posesión de la casa, abandonábamos nuestros aposentos para poder desplazarnos con un poco de tranquilidad, ya que las bestias son bastante torpes, y poseen una pobre visión nocturna.

    Pero a veces sucede que en medio de la madrugada, cuando todo está en calma y suponemos que duermen, una luz se enciende y vemos aparecer ante nuestros ojos a alguna de las bestias.
    Mientras con sus manos continúan encendiendo luces, con sus enormes pies realizan la deleznable tarea de aplastarnos contra el piso, por el único motivo de ser cucarachas.


    El aburrimiento es un mal supremo


    El aburrimiento hace que a veces me dedique a pensar tonterías. Por ejemplo: mi nombre es simplemente el sonido resultante de la conjunción de determinados símbolos que forman parte de un sistema creado con el fin de posibilitar la comunicación entre dos o más seres, que como requisito indispensable, deben ser conocedores de los símbolos que componen el sistema, y de la mayor cantidad de combinaciones posibles entre tales símbolos.

    Vale la pena aclarar que existen diversos sistemas, y el resultado de la combinación de sus símbolos produce, en la mayor parte de los casos, sonidos que hacen posible diferenciar a un sistema de otro.
    No se sabe quién o quiénes fueron los creadores de esos distintos sistemas, ni tampoco la razón por la cual a determinado símbolo de determinado sistema le fue asignado un sonido específico, de modo que mi nombre bien podría haber tenido un sonido diferente del que tiene si, a cada uno de los símbolos que lo componen, le hubieran asignado sonidos distintos a los que les tocaron en suerte.

    Tampoco se sabe el motivo por el cual fueron creados tantos sistemas distintos, aunque es posible presumir que podría haber existido algún tipo de enfrentamiento o distanciamiento entre las distintas comunidades, lo que habría llevado a la creación de sistemas propios que diferenciaran a unas de otras.
    Cabe pensar que estos sistemas son pequeños símbolos dentro de un sistema mayor que los abarca, y que a su vez, se diferencia de otros sistemas, pero a la larga todos forman parte de un sistema más amplio al que alguien, de forma autoritaria, llamó Universo.

    Puede entonces llegarse a la conclusión de que todo no es más que círculos dentro de círculos dentro de círculos, y así hasta el infinito, o al menos hasta llegar a una cantidad de círculos que aunque desconocida, es limitada.
    Bien puede pensarse que el responsable del trazado de tantos círculos no es otro que el Uno, aunque hasta el momento nadie ha tenido la posibilidad de ver la mano de tan ambicioso dibujante.

    Claro que de ser esto verdadero, puede pensarse que el Uno no es más que el símbolo primario del cual derivaron los vastos complejos de símbolos y sistemas.
    De ser así, en cualquier momento podría el Uno borrar con el codo, lo que escribió, creo yo, en un momento de aburrimiento supremo.


    Desconfianza en la razón


    La razón tiende a veces curiosas trampas. Mucho he pensado acerca de ello y he llegado a la conclusión de que, en algunas ocasiones, es precisamente de ella de quien más debo desconfiar.

    A veces me pregunto a quién debería confiar entonces mis decisiones cuando se presentan tales ocasiones, y algo en mi interior me dice que llegado el momento, sabré que hacer.


    Prácticos consejos de un perfecto ahorrista


    Contaba la edad de dieciséis años cuando tuve mi primer trabajo: repartidor de una panadería de mi barrio.
    Con el tiempo pasé por diferentes empleos, tales como repartidor de una carnicería, de un supermercado, y mensajero en un escritorio de negocios rurales. Si bien, como puede apreciarse, la importancia de mis empleos fue aumentando, el sueldo que percibí en todos ellos fue el equivalente al salario mínimo nacional que tan generosamente me pagó mi patrón de turno.

    Felizmente, y en contra de mi resistencia, terminó predominando la voluntad de mi padre, quien estaba decidido a que no abandonara mis estudios.
    Así fue que, gracias a su invalorable insistencia y luego de algunos estudios contables que realicé, pasé a formar parte de esa grandiosa fraternidad que es pilar fundamental de la sociedad, ya no solo en nuestro país, si no en el mundo entero: la de los empleados bancarios.

    Desde mi primer empleo tuve la costumbre de gastar todo mi sueldo, y a veces un poco más, porque nunca fui poseedor de esa virtud que es ser una persona ahorrativa, pero supongo que el hecho de haber entrado a trabajar a un lugar de tan alto prestigio y en el cual el ahorro de muchas personas significa la fortuna de unos pocos, hizo que me dispusiera a realizar la difícil tarea de ahorrar.

    Sería muy largo el detalle de los procedimientos a llevar a cabo por alguien que se proponga seriamente la empresa de transformarse en un ahorrista profesional, y tal vez serían vistos como acciones mezquinas y llenas de avaricia, pero puedo asegurar que se trata de requisitos totalmente indispensables si se quiere llegar al objetivo de poseer mucho dinero, como ha sido mi caso.

    Ahora que lo pienso un poco, ponerme a detallar los pasos que seguí para convertirme en un perfecto ahorrista, sería un innecesario gasto de lápiz y papel que no estoy dispuesto a afrontar.


    La historia sin fin


    Descreí de los enredos entre el azar y el destino, el cruel día en que descubrí que todo es causa-efecto.
    Olvidaré la magia con la que hilé ese sueño tan fino, y no me volverá a intrigar la soledad del burdo espejo.
    Haré a un lado las flores que para ti junté por el camino, y borraré la leyenda de la estrella de tu cielo.
    No esperará más mi copa compartir contigo el vino, porque al final esta historia se me hizo puro cuento.
    Si esa hoja de siete puntas hace un trato conmigo, nunca más volveré a jugar con tus malditos reflejos.
    Me llevarán flotando las turbias aguas del gran río, y aceptaré este dolor que bien sé, podría ser eterno.


    Una confusa sombra entre los árboles


    Algo se mueve furtivamente entre los árboles, acechante o temeroso; pero eso es algo que no se sabe.
    Si lo que se ve no siempre es lo que parece, y lo que se comenta no es lo que en realidad sucedió, no volveré a creer en todo lo que veo y escucho.

    Algo se mueve furtivamente entre los árboles, sombra o sombra de una sombra; pero eso es algo que no se sabe.
    Si lo que se ve solamente a veces resulta ser real, y lo que se comenta, solo en ocasiones suele ser verdad, he de prestar más atención a lo que no veo ni escucho.
    Sin embargo, algo se mueve entre los árboles. Sombra furtiva, temerosa o acechante; pero eso es algo que no se sabe. Entonces doy unos pasos, y con tranquilidad, salgo del bosque.


    Mis cinco sentidos


    Hay un determinado momento en la vida en que uno adquiere la certeza de cuál será la compañía que tendrá durante el resto de los años que faltan por vivir. Aromas, sabores, imágenes y sonidos, se combinan y cobran la importancia que tienen la tierra, el fuego, el aire y el agua.

    El aroma agradablemente dulzón de los jazmines de noviembre, y el de alguna otra flor; el incomparable sabor de un plato de feijoada bien caliente; la copa de rojo vino que consigue avivar el espíritu; un amanecer de febrero con el sol saliendo del mar; unos cuantos libros de esos que siempre se quiere volver a leer; una trilogía de discos que comienza con el “Lado oscuro de la luna”, pasa por “Quisiera que estuvieras aquí”, y finaliza con “Los cuatro símbolos”; y el evidente y eterno recuerdo de unos ojos que nunca se transformaron en sonrisas para mí.

    Si estuviera ella a mi lado podría acariciar los lunares de su cuerpo, y completar así la compañía que mis cinco sentidos necesitan para seguir hasta el fin de sus días.


    Naderías


    Nada, apenas una miserable e infructuosa búsqueda. El lento transcurrir de mi tiempo, que es en verdad otro. Otra voz que suena, aunque quisiera fuera la misma que una noche de viernes o sábado de noviembre, no lo recuerdo bien, me fuera dada oír.

    Nada, apenas una miserable e infructuosa búsqueda. La desgastante ansiedad de vivir en un mundo que pareciera no tener nada para ofrecer. Acaso nada haya que buscar o esperar. Quizá tan solo fluya entre la aurora y el ocaso un vano deseo de gloria, y éste, que es mi fracaso, sea el predecible final cuando se quiere y no se puede amar.

    De pronto la espesa bruma se desvanece, y la nada se llena de vida otra vez. Las grises estructuras se desmoronan y logro llegar a donde no creí poder acceder. Luego de eso, de las naderías, ya no queda nada.


    El incrédulo


    Durante toda mi vida he sido una persona que ha descreído de los milagros. No hubo un solo hecho que siquiera por un segundo me hiciera pensar en la remota probabilidad de su existencia.
    De acuerdo a mis sólidas convicciones, todo en la vida se reduce a causa y efecto, acción y reacción. Absolutamente nada hay de milagroso o mágico en el universo, y ni siquiera podrá convencerme de ello, ese conglomerado de nubes que en el cielo parece formar la palabra Incrédulo.


    Hay ocasiones


    Hay ocasiones en que los silencios tienen el valor de mil barcos cargados con los tesoros más preciados.
    Sin embargo, hay otras en que no son otra cosa que dejar pasar de largo la oportunidad de poder acceder a ellos.


    La estrella de mi cielo


    Una noche de enero, quizá de febrero, vi ascender hacia lo más alto del firmamento una rojiza estrella fugaz, la más grande y luminosa que logré divisar en toda mi vida.
    Mágicamente apareció en el cielo, surgida de la gran Nada, ese lugar lejano e inexistente en donde moran las estrellas fugaces, se hizo visible en la oscuridad de la noche como si hubiese sido parida por el techo de su casa, elevándose hasta alcanzar inestimable altura.

    Cuando acabó de perderse en la oscuridad, sonreí extasiado por la contemplación de ese increíble fenómeno que jamás lograré olvidar, y que nunca podrá ser opacado por ese ridículo e inútil pasatiempo denominado Ciencia, que se empeña en describirlo despectivamente como “meteoro que se vaporiza al atravesar la atmósfera terrestre a gran velocidad causando así dicho fenómeno luminoso”.

    Pero cuál no sería mi sorpresa, y mi felicidad, cuando al bajar la vista divisé hacia el otro costado de la calle la más grande y brillante estrella. Fue casi como contemplar la gran Nada en persona, ese mágico lugar en donde surgen las estrellas fugaces que alumbran las noches del mundo y alimentan los sueños de los soñadores.
    Vi a la madre de todas las estrellas de este universo, y del otro. Y en ese momento tuve lo que creí era una revelación: esa estrella sería la que iluminaría el camino de mi vida.

    Lamentablemente, algunos meses después pude comprobar que, al fin y al cabo, la ciencia tenía razón. La importancia que se le otorga a determinados cuerpos celestiales, muchas veces depende del ojo y de la intención del observador.


    Los favores de las estrellas


    La rueda eterna avanza sin prisas, muchas veces sin tino, por caminos hechos de polvo y senderos pisados por el olvido, de quien siendo joven una mañana durante la noche ha descendido, junto al espectro de su sombra que con los años se ha rendido, y ya no espera recibir los favores que a las estrellas le ha pedido. Entonces sucede que la rueda se detiene.


    Ciertamente


    Ciertamente ya no soy el mismo que en un tiempo lejano supe ser. Y como el agua del gran río que constantemente está cambiando, mañana no seré este que hoy, temblando, escribe esto en un papel.

    Y si bien sé que no es menos cierto que sigo siendo el mismo niño de ayer, este de hoy va con los ojos abiertos, y fatalmente están dudando de que aún pueda seguir esperando, por quien tanto esperé alguna vez.



    CONTINUARÁ...
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    Mensaje por darkdubito Dom Oct 07, 2012 1:33 pm

    ¡Valla!
    Que experiencia a sido bucear en las aguas del tiempo y topar, cual goleta atiborrada de joyas, con la magnitud y diversidad de tu escritos.
    Ciertamente hay algunos -"Dioses de carne y hueso" Y "El aburrimiento es un mal supremo" son formidables- muy cortitos, pero en todos y cada uno de ellos hay talento y capacidad creativa suficiente para levantar la catedral de Notre Dame ene veces.
    Hace tiempo que no me "extraviaba" de esta forma -pues al leer un buen tema los pies se separan del suelo y los ojos vuelan- al recorrer un escrito.
    ¡¡Felicitaciones ALJAMOD. Excelente de verdad...!!

    Gusto leerte.
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    Mensaje por darkdubito Sáb Oct 20, 2012 9:01 pm

    ¡Hola, Darkdubito!

    Me alegradó (una involuntaria mezcla de agradó y alegró) mucho leer tu comentario, que más que un comentario en un post parece uno de esos que hay en la contratapa de algunos libros.

    A continuación van otros textos, que espero, puedan hacerte extraviar del mismo modo.

    Muchas gracias por tus palabras y saludos

    Gracias a ti por compartirnos nuevamente tu inspirado talento, amigo.
    El derrotero de las letras es sinuoso. Y desde siempre sigo el camino de migas de pan que deja la creatividad de buenos escritores...gusto leerte.

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