El aparecido
Ese señor de pantalón de cuero,
que toca la guitarra y hace teatro,
que va con esa gringa y esas niñas,
que fue sargento, seminarista y un pobre hijo
de los campos chilenos y su pena.
Ese señor que canta en una micro,
que suscribe el sindicato, que cobra el montepío,
que va a la feria y al cine y que saluda
a todo quien se cruza en su camino.
Ese señor que llora la muerte de Miguel Enríquez,
las quemaduras de la Carmen Gloria,
la paz en que el señor se lleva
al cardenal Raúl Silva Henríquez a su reino.
Ese señor que ya no vota convencido,
que conservó de la utopía, lo único que tuvo verdadero,
el corazón del que ama al ser humano sobre todo.
Ese señor que se toma sus cervezas
y conversa con la luna de sus sueños,
de sus mujeres que lo dejan, de sus cargos
que nunca poseyó porque no quiso,
(tampoco quiso ingratitud y es lo que tiene).
Ese señor que silba por las plazas,
que besa a sus hijos y que marcha por la vida
como galán de cuento antiguo o teleserie.
Ese señor, ese señor sólo puede ser uno,
se llama Víctor Jara, lo mataron,
pero su canto sigue vivo en la simpleza
cotidiana con que el pobre y simple pueblo
sigue haciendo de la historia el gran sustento
vital de toda fe y toda esperanza entre la gente.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
15 10 12
Ese señor de pantalón de cuero,
que toca la guitarra y hace teatro,
que va con esa gringa y esas niñas,
que fue sargento, seminarista y un pobre hijo
de los campos chilenos y su pena.
Ese señor que canta en una micro,
que suscribe el sindicato, que cobra el montepío,
que va a la feria y al cine y que saluda
a todo quien se cruza en su camino.
Ese señor que llora la muerte de Miguel Enríquez,
las quemaduras de la Carmen Gloria,
la paz en que el señor se lleva
al cardenal Raúl Silva Henríquez a su reino.
Ese señor que ya no vota convencido,
que conservó de la utopía, lo único que tuvo verdadero,
el corazón del que ama al ser humano sobre todo.
Ese señor que se toma sus cervezas
y conversa con la luna de sus sueños,
de sus mujeres que lo dejan, de sus cargos
que nunca poseyó porque no quiso,
(tampoco quiso ingratitud y es lo que tiene).
Ese señor que silba por las plazas,
que besa a sus hijos y que marcha por la vida
como galán de cuento antiguo o teleserie.
Ese señor, ese señor sólo puede ser uno,
se llama Víctor Jara, lo mataron,
pero su canto sigue vivo en la simpleza
cotidiana con que el pobre y simple pueblo
sigue haciendo de la historia el gran sustento
vital de toda fe y toda esperanza entre la gente.
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