Se iba desgarrando el manto de la noche
atropellado por un locuaz amanecer
las sombras, luego de opaco burdel
cedían a la luz en su tira y afloje
y el alba, a horcajadas, sonreía victoriosa
en su nada fastuosa rutina de despertar
a un mundo dormido, de redondo peregrinar
enseñando su semblante de facciones luminosas
…pero ajeno a dicho acto un gato maullaba
molesto y contrariado por la llegada del nuevo día
“tengo tanta hombre que comería sandía” -dijo-
pues a él, francamente, el hambre le aplastaba
era un felino anarquista, refugiado de la belleza
un desgarbado animal de espinazo sobresaliente
tuerto, despeinado, y de porte deprimente
y se moría de hambre: Su única certeza.
Y en su periplo vagabundo un letrero enrostro
escrito con grafía, para él, celestial
“pescado del día”, recitaba dicha señal
ciertamente divina, o de averno según descubrió..
Y sin pensarlo un poquito al recinto se adentró
con la pompa y arrogancia de Nélson en Trafalgar
y su ojo, lagañoso, no paraba de escudriñar
hasta que ante él un tesoro nitidamente apareció
una rumba de pescado, digno de exportación
sabroso, suculento, y escamas bien rosadas
que a sus famélicos sentidos figuró cual bellas hadas
…la emoción fue tan grande que casi murió de impresión.
Y como pudo, el huesudo animal trepó
al escaparate que exhibía el suculento tesoro
se afirmó con cola y hocico, imitando a un loro
pues a sus garras, derruidas, el calcio ignoró
y al llegar a su destino, ya casi sin aliento
dejó caer su saliva, imaginando tan grande deleite
sin darse cuenta que entraba, en puntillas, el gerente
de tan refinado emporio...y del pellejo le sujetó
“Así que quieres pescado, miserable pordiosero –le habló al gato-
si eres casi un espectro, un famélico desgraciado;
mira si estas en problemas, que tengo el castigo adecuado
para un ladrón atorrante que no porta dinero…”
y sin piedad ni compasión corrió con el gato colgando
aferrado de sus dedos pulgar, anular y medio
y aplicando al problema un adecuado remedio
le propinó un puntapié…y el gato salió volando.
Y cual bengala peluda cruzó al otro extremo
de la calle pavimentada, entrando por una ventana
cayendo precisamente sobre una blanda almohada
que adornaba una limpia colcha, de refinamiento supremo
...y al verle, una anciana ataviada de grandes anillos
pudo ver en el cucho una cimera revelación:
Ya que había perdido hace días a su gato regalón
al salirse por la ventana
...y le abrazó con cariño.
Por eso, lector, si seguiste este relato
no dejes de rescatar una humilde moraleja:
Antes de oír tus sentidos, debes usar la cabeza
y a nadie le falta Dios, ni siquiera a un gato.
atropellado por un locuaz amanecer
las sombras, luego de opaco burdel
cedían a la luz en su tira y afloje
y el alba, a horcajadas, sonreía victoriosa
en su nada fastuosa rutina de despertar
a un mundo dormido, de redondo peregrinar
enseñando su semblante de facciones luminosas
…pero ajeno a dicho acto un gato maullaba
molesto y contrariado por la llegada del nuevo día
“tengo tanta hombre que comería sandía” -dijo-
pues a él, francamente, el hambre le aplastaba
era un felino anarquista, refugiado de la belleza
un desgarbado animal de espinazo sobresaliente
tuerto, despeinado, y de porte deprimente
y se moría de hambre: Su única certeza.
Y en su periplo vagabundo un letrero enrostro
escrito con grafía, para él, celestial
“pescado del día”, recitaba dicha señal
ciertamente divina, o de averno según descubrió..
Y sin pensarlo un poquito al recinto se adentró
con la pompa y arrogancia de Nélson en Trafalgar
y su ojo, lagañoso, no paraba de escudriñar
hasta que ante él un tesoro nitidamente apareció
una rumba de pescado, digno de exportación
sabroso, suculento, y escamas bien rosadas
que a sus famélicos sentidos figuró cual bellas hadas
…la emoción fue tan grande que casi murió de impresión.
Y como pudo, el huesudo animal trepó
al escaparate que exhibía el suculento tesoro
se afirmó con cola y hocico, imitando a un loro
pues a sus garras, derruidas, el calcio ignoró
y al llegar a su destino, ya casi sin aliento
dejó caer su saliva, imaginando tan grande deleite
sin darse cuenta que entraba, en puntillas, el gerente
de tan refinado emporio...y del pellejo le sujetó
“Así que quieres pescado, miserable pordiosero –le habló al gato-
si eres casi un espectro, un famélico desgraciado;
mira si estas en problemas, que tengo el castigo adecuado
para un ladrón atorrante que no porta dinero…”
y sin piedad ni compasión corrió con el gato colgando
aferrado de sus dedos pulgar, anular y medio
y aplicando al problema un adecuado remedio
le propinó un puntapié…y el gato salió volando.
Y cual bengala peluda cruzó al otro extremo
de la calle pavimentada, entrando por una ventana
cayendo precisamente sobre una blanda almohada
que adornaba una limpia colcha, de refinamiento supremo
...y al verle, una anciana ataviada de grandes anillos
pudo ver en el cucho una cimera revelación:
Ya que había perdido hace días a su gato regalón
al salirse por la ventana
...y le abrazó con cariño.
Por eso, lector, si seguiste este relato
no dejes de rescatar una humilde moraleja:
Antes de oír tus sentidos, debes usar la cabeza
y a nadie le falta Dios, ni siquiera a un gato.
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