Pasaste por mi vida acariciándome el alma,
me diste entre otras cosas, nuevas ansias de vivir,
vestida de ninfa te convertiste en mis sueños,
devolviéndole el sentido a mis horas vacías.
Fuiste un amor de mentira, quizás yo te inventé,
quien sabe, tal vez fue el cielo que se apiadó de mí
pero me hiciste vibrar aunque fueras quimera,
convenciéndome que es tiempo de volver a vivir.
Es cierto que hoy me siento con mis manos vacías
pero llevo tu recuerdo entibiándome la piel,
quizás alguna lágrima surcó por mis mejillas
cuando dejé de mirarme en esos ojos de miel.
Es verdad que te extrañé, es más, sentí un vacío,
pero entre llantos logré comprender el cometido,
llegaste a rescatarme de las garras del infierno
despertándome el deseo de respirar otra vez.
Tú sembraste en mi alma semillas de esperanza,
abriste una puerta que no cerraste al marcharte
y aunque no se lo qué espero, floreció una ilusión,
en el estero más árido que fue mi corazón.
De Julio Madriaga
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