Extrapolo de mi sol la mística agonía
que en su verso induce y fía
el duelo del ardor, que en mi semblante
congoja tañe su murmullo crepitante.
Oriundo y plasmado en el sentir tan caro
de mi agonía, que nada cual un pez, en vano
dolida de mi piel, mi propia mano
urge y despecha la cruel velocidad, mi amparo.
En su semblante no más adverso la luz de mi agonía
perdida, en la libertad del oprobio hacia las luces
que mi quimera errante sofrena con mil cruces
las mil palabras de adiós, que se fueron, que tenía…
Entono mi sal, mi preámbulo, discreta tras la lluvia
errantes versos pueden ornamentar dialécticas estrellas
que en su bóveda lozana el cielo oscuro dellas
cantar asoman en su beato diapasón, amor de rubia.
Distante, erosionó su casto atardecer inmaculada bruma
de su vertiente sola, arrinconada y nívea al parecer
de su distancia, nieve, y pulcra cual perfuma
asomo cual virtud encumbra su ser.
Vi tus colores en el pecho cual amolda un sano
establecido y cano rotundo mineral contrahecho
de su virtud, oleaje en el despecho
a mineral sabor tus piernas y tu mano…
Una caricia fue la brizna que perduró en el alma
de mi único arrabal cual escruta la diadema
un terso ángel que prolifera hacia su gema
de ver latir en el crepúsculo la brisa de su calma…
Es dura la flexible somera voz que llueve
al ahínco del mineral extravío de la nieve
Su luz adversa aclara y nunca hiere
la joven brisa que separa y que confiere…
Luz a tu brisa, y manantial de gota a gota
desnudo ángel que procrea la silueta
de un amanecer ido del poeta
hacia la efímera canción que disgrega eco de nota.
Pasiva cual un llanto de mudo nacimiento
el eco del azar en un joven aspaviento
realeza de un candor cual esculpe el oro el viento
y de su süeño ala la noche la clepsidra del sustento…
Anida en roce el oro que trasluce la mirada
de su efluvio soez la tibia andanza
del crepitar del azahar, es la flor de la confianza
perfume y flor y fruta enamorada…
Así la noche tal vez, nos encuentre en albedrío
de lanzar el gozne que dora lo que enfrío
tras la puerta derribada del candil, que es mío
y el azúcar del amor, que ruge en el estío.
Así la hiel que en su acto no confiere,
desnuda será miel, que en tus labios latiere...
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