Sola estoy sin más testigo que mi sombra, hablaremos sin tapujos y sin reserva, claro como el agua será nuestro diálogo, y prometo olvidar mis remordimientos.
¿Viste lo que pasa afuera?, no quiero creer que nos ignoras, sí... sí ya sé lo que me dirás, los clavos que traspasan tus manos duelan más, sí ya sé la corona de espinas que cubre tu cabeza es un martirio atroz, y la herida de la lanza aun no cicatriza, no puedo contigo siempre tienes algo que refutar, sin embargo esta sociedad se ha hecho nuestra cruz, y tú lo único que veo que haces, es observarnos.
¿Por qué lo permites?, basta, ¿Cómo es eso, que has mandado tus ángeles que se hicieron carne para ayudarnos?, ¡lo sé, lo sé!, fuimos culpables de no escucharlos, ¿pero acaso no entiendes que afuera el ruido agobia?, nuestras voces son unos lamentos que no salen de nuestra gargantas sino del alma, no murmuramos sino que nos gritamos, vociferamos a los cuatros vientos lo mal que lo pasamos, culpamos al que está a nuestro lado, al vecino, al maestro, al doctor, a nuestros gobernantes, ¿crees que no lo entiendo?, no hace falta que repitas que solo nosotros provocamos esto, pero tú que eres poderoso ¿qué esperas para frenarlo?, ¡nada!, ¿dices descaradamente que nada?, ¿que todo ya está hecho?, dime, ¿hace falta que suframos de esta forma, así nos amas?
¡No... No lo entiendo!, dices que tú sufres más que nosotros, que te sacrificas todos los viernes santos y pasas el mismo martirio para salvarnos, dices que dejaste tus enseñanzas simples de convivencia, de compasión y de abnegación, pero la más importante nos dejaste el amor hacia nosotros, ¿no te has dado cuenta acaso en que siglo vivimos?, está bien reconozco lo que dices, en tu tiempo era peor, que el hombre era esclavo, que no había justicia para los humildes y débiles, que debías luchar contra la ignorancia y el miedo, y que ahora nosotros tenemos organizaciones de ayuda sin fines de lucro, que existen personas que se entregan completamente al necesitado, que son juzgados los que violan la ley de la vida, y que los derechos humanos está por encima de todas las de más leyes.
Eres difícil de hacerte entender lo que queremos, ¿cómo que ya sabes lo que necesitamos?, es una broma de mal gusto de tu parte, ¿Qué esperas entonces?, es ridículo con lo alterada que estoy lo que me estás pidiendo, ¿que me acerque a tu oído?, ¿para qué?, ¿que quieres decirme algo en secreto?, ¿no ves acaso que no hay nadie?, está bien no insista más, ya ves que no soy tan necia como crees, a ver, dime crucificado ¿que quieres?
Me abrazó fuerte, besó mi frente y mirándome muy cerca los a ojos me dijo lo que me quebró.
Volví a mi banco, me arrodillé ante El, y llorando como una niña indefensa e inmadura, le pedí perdón.
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