Me persigue la poesía
Socorro, me persigue la poesía,
si el amor va o viene me persigue la poesía,
si hay paz o guerra me persigue la poesía,
si pago cuentas me persigue la poesía,
si asalto un banco me persigue la poesía,
en los relojes, en las copas, en los ascensores,
en oficinas, en buses, en la tazas sucias,
al cambiar de calzoncillos, al besarte,
al protestar contra el gobierno, al irme preso,
en el rincón de mis dolores, poesía,
en la oscura soledad, más poesía
en pleno orgasmo, qué carajo, poesía
al llorar tu adiós o tu regreso, poesía.
No sé qué quiere, no sé cómo ayudarla,
no soy ministro ni mago ni trafico,
no soy un ángel ni un rico con prosapia,
no soy más que hombre y como hombre me ha seguido,
desde esas piedras que en mi infancia lancé al río,
desde esos besos que no di en mi adolescencia,
desde esa patria que encontré en los explotados,
en las tumbas sin nombre, en las mujeres que velaban,
desde esos días en que todo era posible,
hasta estos otros en que el mercado es quien ordena.
No me quitó la fiebre, no hizo caso
de mis ganas de volar, de ver la luna,
no repartió más pan, sino palabras a los pobres
-los que aún así las gracias le dieron por el fuego-,
no detuvo las balas que matan al obrero
ni hizo justicia para tantos humillados,
y sin embargo insiste, vuelve, canta,
me persigue en las horas impensadas,
me pregunta por héroes y simples ciudadanos,
me pide tanta fe para una tierra que se pierde,
me llama con su voz como si yo fuera un profeta,
por eso canto, para que ustedes me acompañen,
vengan conmigo, salgan por calles y colinas,
tomen sus manos, permítanle un descanso,
digan que tienen su mismo justo sueño
de un tiempo nuevo con niños y guitarras,
con alegría pese al gris de los gobiernos,
con esperanza aunque se irriten los tiranos,
con nuevos hombres y mujeres en la plaza.
Así quizás no me persiga poro a poro,
así quizás comprenda que la oímos y la amamos
y que, pese a nuestros yerros, creemos en su espada,
digo socorro, me persigue la poesía,
digan conmigo: es que poesía somos todos.
05 11 11
Socorro, me persigue la poesía,
si el amor va o viene me persigue la poesía,
si hay paz o guerra me persigue la poesía,
si pago cuentas me persigue la poesía,
si asalto un banco me persigue la poesía,
en los relojes, en las copas, en los ascensores,
en oficinas, en buses, en la tazas sucias,
al cambiar de calzoncillos, al besarte,
al protestar contra el gobierno, al irme preso,
en el rincón de mis dolores, poesía,
en la oscura soledad, más poesía
en pleno orgasmo, qué carajo, poesía
al llorar tu adiós o tu regreso, poesía.
No sé qué quiere, no sé cómo ayudarla,
no soy ministro ni mago ni trafico,
no soy un ángel ni un rico con prosapia,
no soy más que hombre y como hombre me ha seguido,
desde esas piedras que en mi infancia lancé al río,
desde esos besos que no di en mi adolescencia,
desde esa patria que encontré en los explotados,
en las tumbas sin nombre, en las mujeres que velaban,
desde esos días en que todo era posible,
hasta estos otros en que el mercado es quien ordena.
No me quitó la fiebre, no hizo caso
de mis ganas de volar, de ver la luna,
no repartió más pan, sino palabras a los pobres
-los que aún así las gracias le dieron por el fuego-,
no detuvo las balas que matan al obrero
ni hizo justicia para tantos humillados,
y sin embargo insiste, vuelve, canta,
me persigue en las horas impensadas,
me pregunta por héroes y simples ciudadanos,
me pide tanta fe para una tierra que se pierde,
me llama con su voz como si yo fuera un profeta,
por eso canto, para que ustedes me acompañen,
vengan conmigo, salgan por calles y colinas,
tomen sus manos, permítanle un descanso,
digan que tienen su mismo justo sueño
de un tiempo nuevo con niños y guitarras,
con alegría pese al gris de los gobiernos,
con esperanza aunque se irriten los tiranos,
con nuevos hombres y mujeres en la plaza.
Así quizás no me persiga poro a poro,
así quizás comprenda que la oímos y la amamos
y que, pese a nuestros yerros, creemos en su espada,
digo socorro, me persigue la poesía,
digan conmigo: es que poesía somos todos.
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