Ángel sin alas
Escribo en la agridulce memoria de otros días,
en belfos de la cruz que avasalló la entrega,
en rasgos sin color de un llanto inmerecido,
en la ocasión de un duelo que vuelve con sus espina.
Si bien fuimos tu y yo felices para siempre,
si bien el para siempre acabó de un sólo rayo,
me exigen, me deambulan las parcas del suplicio,
que no cortan el hilo ni admiten nuevas tramas.
¿Qué sucedió con el volcán que descubrimos,
con tanta flor que maduró entre nuestras sienes,
qué sucedió con el jaguar que defendió la tierra
y huyó como un gatito al alzarse una voz triste?
Comienzo amurallado otra lección del día,
defiendo mi osamenta con recuerdos de mi infancia
y hay lágrimas y hay súplicas que no atendió el silencio,
ni el grito, ni la estirpe de flores mancilladas.
Por ti yo tuve el cielo entre mis manos cada noche,
besé de cada estrella la pulpa entre tus muslos,
aré tu soledad para encontrar la flor del tiempo
y en ella detener tu beso inmarcesible.
Querías la ciudad de los soldados sin bandera,
querías la bondad de los pupitres de los niños,
allí donde entre libros el corazón de los amantes
se dibuja torpemente con crayones escarlata.
Recibo en tu después la carta de tu ausencia,
descifro en tu cristal aquel fragmento de tu huída
y no hay más sinrazón que la de darme tu vestido
cuando desnuda te me escapas de mis labios para siempre.
Alma mía inmortal, pedazo de hoja negra,
vuela, volarás, vendrás a detenerte,
aquí donde mis dones cantaron sin sentido
la vastedad de un llanto que emulan los océanos,
la libertad de un nudo que ni el dolor desata,
la dignidad de un gesto que te ama y que te espera.
20 10 11
Escribo en la agridulce memoria de otros días,
en belfos de la cruz que avasalló la entrega,
en rasgos sin color de un llanto inmerecido,
en la ocasión de un duelo que vuelve con sus espina.
Si bien fuimos tu y yo felices para siempre,
si bien el para siempre acabó de un sólo rayo,
me exigen, me deambulan las parcas del suplicio,
que no cortan el hilo ni admiten nuevas tramas.
¿Qué sucedió con el volcán que descubrimos,
con tanta flor que maduró entre nuestras sienes,
qué sucedió con el jaguar que defendió la tierra
y huyó como un gatito al alzarse una voz triste?
Comienzo amurallado otra lección del día,
defiendo mi osamenta con recuerdos de mi infancia
y hay lágrimas y hay súplicas que no atendió el silencio,
ni el grito, ni la estirpe de flores mancilladas.
Por ti yo tuve el cielo entre mis manos cada noche,
besé de cada estrella la pulpa entre tus muslos,
aré tu soledad para encontrar la flor del tiempo
y en ella detener tu beso inmarcesible.
Querías la ciudad de los soldados sin bandera,
querías la bondad de los pupitres de los niños,
allí donde entre libros el corazón de los amantes
se dibuja torpemente con crayones escarlata.
Recibo en tu después la carta de tu ausencia,
descifro en tu cristal aquel fragmento de tu huída
y no hay más sinrazón que la de darme tu vestido
cuando desnuda te me escapas de mis labios para siempre.
Alma mía inmortal, pedazo de hoja negra,
vuela, volarás, vendrás a detenerte,
aquí donde mis dones cantaron sin sentido
la vastedad de un llanto que emulan los océanos,
la libertad de un nudo que ni el dolor desata,
la dignidad de un gesto que te ama y que te espera.
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