I
Asiento de verde primavera, en dócil letargo
asombra el frenesí de un robusto pino
en la constancia del albor y del destino
clara efusión del agua al cielo embargo...
Loca prisión de claveles, presuntüosa
de lascivo estado, gentil ya no cabría
en el murmullo del cuerpo que no abría
verde cimiento de un blasón, flor hacendosa...
Desde el cielo y soez la luna no es amague
del fresco latir de la gema no es emblema,
de la ciega fruición que en la cuna se despeja...
Frenético candor y un rostro que se espeja
latido del albor, candente, que es azogue
la distancia al sentir de tu dilema...
II
Abierto cede el océano que quiso, llamarada
de rubor de un ocaso que perdido no era,
abierto despertar de Primavera
sedoso escoplo de la tarde enamorada...
Océano que vuelve, tras un llanto de esperanza
hacia un mar que de nuevo canta noche
desnudo pecho cual pudor se desabroche,
acierto rubor cede a tus labios, fresca remembranza...
Asido entre tu púrpura cadencia, de rosa perfumada
oscila mi prudencia de estrella bondadosa,
que pierde en tu rubor la desértica llanura...
Y sobra entre tu pecho el carmín que me procura
levar mi panadera huella enamorada
sobre tu mejilla yo idolatro la rosa, mi locura...
III
Acierto que se evade entre la nube que asciende entre tus ojos
sobre tu risa, la luna no es nevada,
del horizonte de tu piel enamorada
hacia mis sueños, errantes calles de rastrojos...
Hacia la dócil nevisca de tu oriundo cuello
légamo de sal, claroscuro del vestido,
del océano de miel y de tu sello,
clarividencia de tu alma entre el sonido...
Candente bruma que se esparce entre la huella
de un horizonte que cabalga hacia una estrella,
desde el silencio que procrea la unidad.
Hacia tus piernas que son bálsamo y mitad
de tu cuerpo que es gemido, rosa bella,
pudor que süeña la pasión a mi querella...
IV
Desde el agua que procrea mi sedienta sombra,
sobre el destello del aire que voltea en mi mirada
ruina de mi centro, casi siempre perpetuada
hacia el silencio de mujer, süeño de hembra...
Mirada tierna hacia el arribo en la maleza
del juglar que asoma ver en el arraigo
tu juventud que impropia tu belleza
mis ojos ciegos son ciegos ojos, en ti caigo...
Perfume silencioso de perfil tan caro
y asomo en la mudez del sigilo de tu aroma
en la templanza y esbeltez de tu carcoma...
Como un ave, leo entre tus hojas raro
árbol que se anima a imitar a las deidades
tu sombra lleva juventud de las edades.
V
Dosel que aclara, y rústico aliciente
perfume a cedro, y levanta entre la nieve
la senectud del llano, del relieve
candente oro que separa mar durmiente.
Rústico aroma que procela y que es amado
entre las hierbas de un juglar, poeta enamorado,
hacia la vida, hacia el aire apasionado
hacia la virtud de tus ojos, que me has dado...
Y se eleva la rompiente de la única ola
que embriaga mi desértica belleza
hacia el letargo de tu sol, tu gema sola.
Sedienta sombra que es aún más fortaleza
entre los ciegos mares que desola
la fría hierba entre los aires, tu simpleza...
VI
Sostén del ala que süeña tu latido
frenético candor la luna tiembla
hacia el mar, al horizonte, hacia el oído
tu sencillez que ahonda y que me asembla...
Al horizonte de la sal, crepúsculo que duerme,
entre tus manos, tus süeños, tu figura,
hacia la joven estrechez de tu cintura
jugando en nieve cuando la duna quiere verme...
Hacia el ahínco, hacia el pan que, victorioso
lúgubre y dorado esculpe, milagroso
gentil sosiego y huida de un esbozo...
Hacia verter la leche que derramas en un vaso
vertida y calma, soñada junto a un trozo
de tu cintura de miel, leño que abrazo...
VII
Mágico y doble como campana entre dos pueblos
que al aire roban el perfume de las flores
desierto es el amague a tus rubores
frenético desván que anida entre venablos...
De su arrobo el frenesí se tiñe del celaje
de tu mirada que süeña entre las rosas,
de tu mirada que süeña frías cosas
y toma el rojo que una vez te da coraje.
A tu perfume me rindo, me desdoblo
campana mineral, música de oído,
que entre mis manos has sentido
excavar en tu vientre al que me amueblo
y vestir a tu sandalia del desnudo
oro y carmín, en tu piel yo me reanudo...
VIII
Crisálida revuelta, mariposa diurna
del aire y del agua el rocío te remonta
como la sal impregnada me desmonta
desde el alba que atempera albaciturna...
Mirada ciega se cierne entre el paisaje
de un oro mineral al que deslumbra
con las flores del trigal un oro alumbra
rústico y tenue, el fragor, mi aprendizaje...
Y en la luna bahías no te nombran,
sedienta escarcha mudez no te acompañan
del oscuro remanso que puebla mi batalla...
Por comprender tus piernas, tu vientre, tu muralla
tu estática belleza, lúdica, restañan
tu voz en mi velamen de nocturno, me acostumbran...
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