Cayeron seis estrellas.
Una, arrasó cultivos y ganados. Repartió desolación y hambre entre muchos pueblos.
Otra, menos brillosa, inundó de dudas los pensamientos del hombre. Fueron inevitables las guerras; las traiciones minaron los corazones. Nada fue como antes.
De la estrella que cayó en el océano, nadie puede hablar. Sólo fue vista por un cóndor que murió al creer que el Apocalipsis había llegado.
La más filosa de todas cortó las relaciones de cinco parejas, produjo la ruptura de dos países vecinos e interrumpió la comunicación entre un vendedor y una anciana que se empecinaba en no comprar una parcela en un cementerio privado.
La más pequeña cayó en el ojo de un camello. Sus lágrimas, lejos de perderse en el desesperanzado desierto, se convirtieron en el último espejismo con el que un mercader beduino se cruzó, justo antes de perecer bajo una tormenta de arena.
La última, la atrapé yo. No es fácil mantenerla quieta, pero mi tesón ayuda mucho. Cierro las ventanas por las noches por temor de que se escape. Íntimamente, creo que no lo hará, pero la desconfianza nos hace humanos. Yo, por las dudas, la abrazo, desnuda, hasta quedarnos dormidos.
Una, arrasó cultivos y ganados. Repartió desolación y hambre entre muchos pueblos.
Otra, menos brillosa, inundó de dudas los pensamientos del hombre. Fueron inevitables las guerras; las traiciones minaron los corazones. Nada fue como antes.
De la estrella que cayó en el océano, nadie puede hablar. Sólo fue vista por un cóndor que murió al creer que el Apocalipsis había llegado.
La más filosa de todas cortó las relaciones de cinco parejas, produjo la ruptura de dos países vecinos e interrumpió la comunicación entre un vendedor y una anciana que se empecinaba en no comprar una parcela en un cementerio privado.
La más pequeña cayó en el ojo de un camello. Sus lágrimas, lejos de perderse en el desesperanzado desierto, se convirtieron en el último espejismo con el que un mercader beduino se cruzó, justo antes de perecer bajo una tormenta de arena.
La última, la atrapé yo. No es fácil mantenerla quieta, pero mi tesón ayuda mucho. Cierro las ventanas por las noches por temor de que se escape. Íntimamente, creo que no lo hará, pero la desconfianza nos hace humanos. Yo, por las dudas, la abrazo, desnuda, hasta quedarnos dormidos.
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