Lluvia
Las semillas de los ríos,
las gaviotas de los mares,
las hojas en los ijares
del viento y sus desvaríos.
Todo vuelve a los sombríos
escaños de la tormenta,
como venganza sin cuenta,
como un torrente de llanto,
y es que llueve tanto y tanto
que toda vida se ausenta.
Un rostro contra un cristal,
un niño con su bufanda,
un paraguas que ya no nada,
desecho contra un portal.
Es la ciudad capital,
mojada hasta los riñones,
es Santiago y sus millones
y estoy solo, sin embargo,
y es que en la lluvia me largo
a mi infancia y sus rincones.
Recuerdo cómo chorreaba
la lluvia contra los pisos,
se armaban lagos macizos
en que la tierra se ahogaba.
Hasta en las casas entraba
el agua con su rudeza,
luego un país de tristeza,
sin bandera, sin orillas,
y raudas las sopaipillas
para entibiar nuestra mesa.
Recuerdo semanas largas
bajo el agua y su concierto,
su piano siempre despierto
golpeaba teclas amargas.
Del cielo caían cargas
de lluvias como cadenas,
era el reloj de las penas,
gota a gota carcajeando,
sobre un mundo que, temblando,
veía sangrar sus venas.
De pronto se abren los cielos,
una estrella arde en lo alto,
terminan su sobresalto
las nubes contra los suelos.
También yo dejo mis vuelos,
secando mis ojos y alas,
las lluvias nunca son malas,
sin ellas no crece el fruto
y en el hombre el estatuto
de la vida y sus escalas.
08 07 11
Las semillas de los ríos,
las gaviotas de los mares,
las hojas en los ijares
del viento y sus desvaríos.
Todo vuelve a los sombríos
escaños de la tormenta,
como venganza sin cuenta,
como un torrente de llanto,
y es que llueve tanto y tanto
que toda vida se ausenta.
Un rostro contra un cristal,
un niño con su bufanda,
un paraguas que ya no nada,
desecho contra un portal.
Es la ciudad capital,
mojada hasta los riñones,
es Santiago y sus millones
y estoy solo, sin embargo,
y es que en la lluvia me largo
a mi infancia y sus rincones.
Recuerdo cómo chorreaba
la lluvia contra los pisos,
se armaban lagos macizos
en que la tierra se ahogaba.
Hasta en las casas entraba
el agua con su rudeza,
luego un país de tristeza,
sin bandera, sin orillas,
y raudas las sopaipillas
para entibiar nuestra mesa.
Recuerdo semanas largas
bajo el agua y su concierto,
su piano siempre despierto
golpeaba teclas amargas.
Del cielo caían cargas
de lluvias como cadenas,
era el reloj de las penas,
gota a gota carcajeando,
sobre un mundo que, temblando,
veía sangrar sus venas.
De pronto se abren los cielos,
una estrella arde en lo alto,
terminan su sobresalto
las nubes contra los suelos.
También yo dejo mis vuelos,
secando mis ojos y alas,
las lluvias nunca son malas,
sin ellas no crece el fruto
y en el hombre el estatuto
de la vida y sus escalas.
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