Fragmento XXIII del Profeta que vino del viento.
XXIII
Y por único templo, la escuela; a la
cual estaréis obligados a acudir.
Profesaréis un gran respeto a todas
las personas mayores, teniéndolas
como vuestros mejores consejeros
y amigos.
Mas, si después de haber obrado así,
aún os quedan dudas por dilucidar,
acudid a la naturaleza; ella
todo lo sabe.
No es fácil -diréis- el cambio que este
nos propone… ¿Quién se cree que es…?
¿Acaso un profeta; como aquellos de
los que él, con semejante discurso
quizá pretende desembarazarse,
para ocupar su puesto…?
¡Oh hermanos míos! No pensad esas cosas.
Porque yo, sólo soy uno más entre
vosotros.
Un hombre vulgar y corriente, de los
más sencillos que podréis encontrar.
Sin embargo, he permanecido largo
tiempo en la silenciosa oscuridad de
la noche, escudriñando las estrellas
y oyendo los latidos de mi corazón.
También anduve por el bosque umbroso,
y por los soleados vericuetos de
altas montañas, preguntándole al viento
quien era yo.
Sí, en dos frentes he librado batalla,
para conocerme a mí mismo; y creo haber
llegado a algunas conclusiones.
¡Oh hermanos míos! Sabed que, el paraíso
continua estando abierto; pero el miedo
nos impide la entrada.
Continuará...
XXIII
Y por único templo, la escuela; a la
cual estaréis obligados a acudir.
Profesaréis un gran respeto a todas
las personas mayores, teniéndolas
como vuestros mejores consejeros
y amigos.
Mas, si después de haber obrado así,
aún os quedan dudas por dilucidar,
acudid a la naturaleza; ella
todo lo sabe.
No es fácil -diréis- el cambio que este
nos propone… ¿Quién se cree que es…?
¿Acaso un profeta; como aquellos de
los que él, con semejante discurso
quizá pretende desembarazarse,
para ocupar su puesto…?
¡Oh hermanos míos! No pensad esas cosas.
Porque yo, sólo soy uno más entre
vosotros.
Un hombre vulgar y corriente, de los
más sencillos que podréis encontrar.
Sin embargo, he permanecido largo
tiempo en la silenciosa oscuridad de
la noche, escudriñando las estrellas
y oyendo los latidos de mi corazón.
También anduve por el bosque umbroso,
y por los soleados vericuetos de
altas montañas, preguntándole al viento
quien era yo.
Sí, en dos frentes he librado batalla,
para conocerme a mí mismo; y creo haber
llegado a algunas conclusiones.
¡Oh hermanos míos! Sabed que, el paraíso
continua estando abierto; pero el miedo
nos impide la entrada.
Continuará...
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