Santa Lucía
Santa Lucía en el centro
de Santiago amurallado,
cerro y metro desbordado
por los que buscan tu encuentro.
Ciudadanos que por dentro
buscan paz y hacen la guerra,
que viven la vida perra
del que no sabe qué pasa
y en ti encontraron su plaza
cual ciego que al sol se aferra.
No lo saben, no lo admiten,
pero vuelven cada día
y en este Santa Lucía
buscan la fe que permiten.
Se miran, se dan, remiten
sus defensas, sus pudores,
se entregan a los amores
que da una estación de tren
y en el cerro, en un andén
la noche les da sudores.
Valdivia qué nos diría
si volviera con su hueste
a aquel cielo azul celeste
que tocó mientras subía.
Tal cerro fue gallardía,
conquista, origen del plano,
del tablero ciudadano
en que Santiago se erige
y duelo que aún aflige
al más oriundo araucano.
Bajo esa tierra está el metro,
culebra del bien y el mal,
paraíso terrenal
o lupanar con su cetro.
Cuando en su túnel penetro
huelo la vida que bulle,
el tahúr que se escabulle,
los amantes que se besan
y los sueños que regresan
del tiempo que los destruye.
Santa Lucía, señores,
al medio de la alameda
dos caras de la moneda
nos muestra en sus corredores.
Quita y brinda sus favores,
sobre tierra y bajo tierra
tantos misterios encierra,
por celeste y terrenal,
que allí me bajo al final
del viaje que me destierra.
17 06 11
Santa Lucía en el centro
de Santiago amurallado,
cerro y metro desbordado
por los que buscan tu encuentro.
Ciudadanos que por dentro
buscan paz y hacen la guerra,
que viven la vida perra
del que no sabe qué pasa
y en ti encontraron su plaza
cual ciego que al sol se aferra.
No lo saben, no lo admiten,
pero vuelven cada día
y en este Santa Lucía
buscan la fe que permiten.
Se miran, se dan, remiten
sus defensas, sus pudores,
se entregan a los amores
que da una estación de tren
y en el cerro, en un andén
la noche les da sudores.
Valdivia qué nos diría
si volviera con su hueste
a aquel cielo azul celeste
que tocó mientras subía.
Tal cerro fue gallardía,
conquista, origen del plano,
del tablero ciudadano
en que Santiago se erige
y duelo que aún aflige
al más oriundo araucano.
Bajo esa tierra está el metro,
culebra del bien y el mal,
paraíso terrenal
o lupanar con su cetro.
Cuando en su túnel penetro
huelo la vida que bulle,
el tahúr que se escabulle,
los amantes que se besan
y los sueños que regresan
del tiempo que los destruye.
Santa Lucía, señores,
al medio de la alameda
dos caras de la moneda
nos muestra en sus corredores.
Quita y brinda sus favores,
sobre tierra y bajo tierra
tantos misterios encierra,
por celeste y terrenal,
que allí me bajo al final
del viaje que me destierra.
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