Índice
Últimas imágenes
Conectarse
por Recaredo Vie Abr 09, 2010 4:54 pm[b]Hoy lo llamarían abuso.
Yo pienso que no fue tal;
lo que me enseñó a mí Lola
jamás lo podré olvidar.
Pues, aún recuerdo su olor
a hembra y a mies madura,
y el ritmo de su cintura
preso quedó en mi interior.
Sin ser la Lola un primor;
justo es reconocerlo,
me abrió las puertas del cielo,
y me convirtió en mayor.
x x x
Soledades de Alpujarras,
silencios de pena mora;
en el campo, y a esa hora
que el sol derrite las piedras,
yo me encontraba aquel día
pastoreando las yeguas.
Cuando vi llegar a Lola,
la aguadora del cortijo;
de un salto bajó del burro
y, acercándose me dijo:
-No quieres agua, chaval...?-
Ya tengo en mi cantimplora.
-¡Pues tírala y dámela!
Que te lo voy a llenar
de ésta, que traigo ahora.
¡Jesús, que poco cortés
eres tú con las mujeres!-
Yo no supe que decir.
Ella notó mi embarazo,
y cogiéndome del brazo
me dijo: - Siéntate aquí,
y descansemos un rato...-
Se va a calentar el agua...
-¡Pues así, seremos dos!-
No te entiendo.
-¡Pues mejor! ¿Tienes novia...?-
No. ¡Por dios! Sólo tengo quince años...
-Pues, me parecías mayor...
¿Te parezco yo bonita?-
Me pareces mayorcita,
para preguntarme eso;
pregúntale a tu marido,
a quien debes más respeto.
-¡Qué niño más aburrido!
Oye ¿No serás tú mariquita...?-
¡Pero tú que te has creído!
(Le respondí un tanto airado.)
-Cómo en mí, nada te excita...
Prueba a darme un beso aquí.-
Y me enseñó un blanco seno
con un pezón carmesí.
Aquel seno fue el primero
de los que en mi vida vi.
Yo me encendí de rubor,
lo mismo que una amapola;
sin saber lo que decir, ni hacer.
¡Vamos, sin dar pie con bola!
Entonces dijo la Lola:
-Tú quédate quietecito,
déjame hacerlo a mí sola.
Verás que cosas más ricas
te va a enseñar tu mamá.
Echa aquí tu cabecita,
que más cómodo estarás.-
Y extendió su delantar
sobre la hierba reseca,
haciéndome recostar
con suma delicadeza.
Ganas me dieron de huír;
pero algo en mí me contuvo,
y a pesar de mi tembleque,
ella me dejó desnudo,
en menos de un periquete.
-No estés tenso, vida mía.
Tranquilo... No pasa "ná".
¡Jesús, que tímido eres...!
Me da vergüenza...
-¡Anda ya!
¿Tú no has visto los potrillos
lo que hacen con las yeguas...?
Pues, tú serás mi potrillo,
y yo tu yegua, chaval.-
Si tu marido se entera...
-No pienses en eso ahora;
tú déjate acariciar.
¡Anda! Si estás vestidito ya...
¡No escondas, so puñetero;
que no te la voy a cortar!
Y que almendricas más duras...
Y que sedosa es tu piel...
¡Ay, chaval! Me parece
que entero te voy a comer.-
Fueron tantas sus caricias,
tantas sus dulces palabras,
que vencieron mis temores,
y despertaron mis ansias.
-¡Caramba, ya crece el bicho!
Más que potro, eres caballo.-
Lola, no me hagas reir,
y ponte ahora debajo.
-Lo que tú mandes, mi cielo,
mi macho, mi niño amado;
pero ve muy despacito,
no lo hagas alocado.
Yo te marcaré el compás,
así disfrutarás más,
y yo subiré a los cielos,
montada por mi alazán.-
Subimos los dos al cielo,
y bajamos, y subimos;
varios viajes hicimos,
hasta agotar nuestro celo.
Después, ella, presurosa
se aderezó muy ligera,
y estampó un beso en mi frente,
como una madre lo hiciera
diciéndome sonriente:
-No se te ocurra siquiera
comentar esto a la gente...
Mi marido es muy celoso.-
¿Va a tener celos de un niño...?
-De un niño dices, chaval...
¡De un hombre, y sobresaliente!-
Sentí cantar las cigarras
en un tono ahora más alto,
y por ese azul cobalto
cielo de las Alpujarras,
un águila vi pasar
que llevaba entre sus garras
una paloma torcaz.
¿Te espero mañana aquí...?
(Nada respondió la Lola)
De un brinco subió en el burro,
tal como se había bajado,
y yo me quedé atontado
viendo como se alejaba,
la que había hecho de mí
el hombre que tanto ansiaba.
Recaredo. [/color]
Yo pienso que no fue tal;
lo que me enseñó a mí Lola
jamás lo podré olvidar.
Pues, aún recuerdo su olor
a hembra y a mies madura,
y el ritmo de su cintura
preso quedó en mi interior.
Sin ser la Lola un primor;
justo es reconocerlo,
me abrió las puertas del cielo,
y me convirtió en mayor.
x x x
Soledades de Alpujarras,
silencios de pena mora;
en el campo, y a esa hora
que el sol derrite las piedras,
yo me encontraba aquel día
pastoreando las yeguas.
Cuando vi llegar a Lola,
la aguadora del cortijo;
de un salto bajó del burro
y, acercándose me dijo:
-No quieres agua, chaval...?-
Ya tengo en mi cantimplora.
-¡Pues tírala y dámela!
Que te lo voy a llenar
de ésta, que traigo ahora.
¡Jesús, que poco cortés
eres tú con las mujeres!-
Yo no supe que decir.
Ella notó mi embarazo,
y cogiéndome del brazo
me dijo: - Siéntate aquí,
y descansemos un rato...-
Se va a calentar el agua...
-¡Pues así, seremos dos!-
No te entiendo.
-¡Pues mejor! ¿Tienes novia...?-
No. ¡Por dios! Sólo tengo quince años...
-Pues, me parecías mayor...
¿Te parezco yo bonita?-
Me pareces mayorcita,
para preguntarme eso;
pregúntale a tu marido,
a quien debes más respeto.
-¡Qué niño más aburrido!
Oye ¿No serás tú mariquita...?-
¡Pero tú que te has creído!
(Le respondí un tanto airado.)
-Cómo en mí, nada te excita...
Prueba a darme un beso aquí.-
Y me enseñó un blanco seno
con un pezón carmesí.
Aquel seno fue el primero
de los que en mi vida vi.
Yo me encendí de rubor,
lo mismo que una amapola;
sin saber lo que decir, ni hacer.
¡Vamos, sin dar pie con bola!
Entonces dijo la Lola:
-Tú quédate quietecito,
déjame hacerlo a mí sola.
Verás que cosas más ricas
te va a enseñar tu mamá.
Echa aquí tu cabecita,
que más cómodo estarás.-
Y extendió su delantar
sobre la hierba reseca,
haciéndome recostar
con suma delicadeza.
Ganas me dieron de huír;
pero algo en mí me contuvo,
y a pesar de mi tembleque,
ella me dejó desnudo,
en menos de un periquete.
-No estés tenso, vida mía.
Tranquilo... No pasa "ná".
¡Jesús, que tímido eres...!
Me da vergüenza...
-¡Anda ya!
¿Tú no has visto los potrillos
lo que hacen con las yeguas...?
Pues, tú serás mi potrillo,
y yo tu yegua, chaval.-
Si tu marido se entera...
-No pienses en eso ahora;
tú déjate acariciar.
¡Anda! Si estás vestidito ya...
¡No escondas, so puñetero;
que no te la voy a cortar!
Y que almendricas más duras...
Y que sedosa es tu piel...
¡Ay, chaval! Me parece
que entero te voy a comer.-
Fueron tantas sus caricias,
tantas sus dulces palabras,
que vencieron mis temores,
y despertaron mis ansias.
-¡Caramba, ya crece el bicho!
Más que potro, eres caballo.-
Lola, no me hagas reir,
y ponte ahora debajo.
-Lo que tú mandes, mi cielo,
mi macho, mi niño amado;
pero ve muy despacito,
no lo hagas alocado.
Yo te marcaré el compás,
así disfrutarás más,
y yo subiré a los cielos,
montada por mi alazán.-
Subimos los dos al cielo,
y bajamos, y subimos;
varios viajes hicimos,
hasta agotar nuestro celo.
Después, ella, presurosa
se aderezó muy ligera,
y estampó un beso en mi frente,
como una madre lo hiciera
diciéndome sonriente:
-No se te ocurra siquiera
comentar esto a la gente...
Mi marido es muy celoso.-
¿Va a tener celos de un niño...?
-De un niño dices, chaval...
¡De un hombre, y sobresaliente!-
Sentí cantar las cigarras
en un tono ahora más alto,
y por ese azul cobalto
cielo de las Alpujarras,
un águila vi pasar
que llevaba entre sus garras
una paloma torcaz.
¿Te espero mañana aquí...?
(Nada respondió la Lola)
De un brinco subió en el burro,
tal como se había bajado,
y yo me quedé atontado
viendo como se alejaba,
la que había hecho de mí
el hombre que tanto ansiaba.
Recaredo. [/color]
Última edición por kaina el Mar Nov 29, 2011 9:32 am, editado 2 veces
» Déjame unir mi mano con la tuya...
» Tu rostro...
» Memoria de tu luz, cuerpo bohemio...
» Mi ciudad
» Mujer -reclamo tus rosas-
» La huella del amor...
» Desnuda cadencia...
» Son claveles...