A semejanza de la luna,
hechizo, no diamante
luz grávida que ahuella penetrante
insostenido rubor de alba ninguna
asoma su candor el llanto que murmura,
y asesta su dulzor la nube errante
errático dulzor, marea dócil, que de repente,
lastima su mirada con el ojo de la hartura…
Y se evade su lamento como ciega parsimonia
que descubre su celada, cangrejo en la odisea
de un mar de maravilla, y entre la rubia
canción que acompasa su vergel, un nimbo se pasea
y asoma del semblante su cielo estrepitoso
de oro tan cano, y reluciente paraíso
que en la bruma y estertor de un solo piso
arría el suspiro de un mar que escandaloso
Aciaga vista ofrece, del mar, meticuloso
en el plácido buril que acomete la ranura
de la sólida estrechez, orfebre en su cintura
y el carmesí embalaje que sopesa deseoso
de latir entre Minervas verdaderas
y acompasa su llanto en Primaveras,
la suerte de escribir tras los umbrales
de éste señor del alba que escribe a los cristales
De la señora que dulce amanece entre las rosas,
y caudalosa, ofrece su semblante
entre el intrépido vals de un cielo no diamante
junto a la tea y el té, y sus poéticas verdosas.
Aclama un lento olfato que se sucede ante la cumbre
de un mineral que de su mano se pierde al inspirarme
su sueño de cristal, la nube de su hombre,
que en el vago despertar, la ciega luna puede darme.
Y en el discurso de papel, que poética armadura
le llevaba, atardece de su piel la métrica más pura.
hechizo, no diamante
luz grávida que ahuella penetrante
insostenido rubor de alba ninguna
asoma su candor el llanto que murmura,
y asesta su dulzor la nube errante
errático dulzor, marea dócil, que de repente,
lastima su mirada con el ojo de la hartura…
Y se evade su lamento como ciega parsimonia
que descubre su celada, cangrejo en la odisea
de un mar de maravilla, y entre la rubia
canción que acompasa su vergel, un nimbo se pasea
y asoma del semblante su cielo estrepitoso
de oro tan cano, y reluciente paraíso
que en la bruma y estertor de un solo piso
arría el suspiro de un mar que escandaloso
Aciaga vista ofrece, del mar, meticuloso
en el plácido buril que acomete la ranura
de la sólida estrechez, orfebre en su cintura
y el carmesí embalaje que sopesa deseoso
de latir entre Minervas verdaderas
y acompasa su llanto en Primaveras,
la suerte de escribir tras los umbrales
de éste señor del alba que escribe a los cristales
De la señora que dulce amanece entre las rosas,
y caudalosa, ofrece su semblante
entre el intrépido vals de un cielo no diamante
junto a la tea y el té, y sus poéticas verdosas.
Aclama un lento olfato que se sucede ante la cumbre
de un mineral que de su mano se pierde al inspirarme
su sueño de cristal, la nube de su hombre,
que en el vago despertar, la ciega luna puede darme.
Y en el discurso de papel, que poética armadura
le llevaba, atardece de su piel la métrica más pura.
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