Retahíla de la capital
De Santiago de Chile, de Santiago
vienen las ruedas con las que yo vago,
las noches sin final, el dulce estrago
de ser de tus estrellas el rey mago.
Vienen las hojas que perdió el invierno,
las pipas de la lluvia, el mal gobierno,
el mercader que lucra con su infierno,
la boca en que tus besos me hacen tierno.
Viene la muela que perdí en el juicio,
los huesos y la fe en el precipicio,
las calles en que nada fue propicio,
la piedra en que tropiezo en paz y en vicio.
Santiago es la tormenta, la greda, la granada,
la torre en la Moneda después de bombardeada,
la cruz en la alameda sin luz resucitada,
las tierras marginales de donde fue creada.
Santiago es habitante, viajero, hacinamiento
un guante ensangrentado, borrado por el viento,
palacio, conventillo, un regimiento
de soldados y piojos, de torres de cemento.
Un valle fue, una ofrenda del cielo y del Mapocho,
un indio mutilado, la sombra que derrocho,
las muertes en la huelga, las cuecas del dieciocho,
y un verbo anaranjado en el vaso en que trasnocho.
Santiago, mi Santiago, con óxido en la espada,
con su cielo viciado, sus miedos a la nada,
Santiago, lo presiento, en tus calles, liberada,
ya está la que yo espero, que viene y que es mi amada.
03 04 11
De Santiago de Chile, de Santiago
vienen las ruedas con las que yo vago,
las noches sin final, el dulce estrago
de ser de tus estrellas el rey mago.
Vienen las hojas que perdió el invierno,
las pipas de la lluvia, el mal gobierno,
el mercader que lucra con su infierno,
la boca en que tus besos me hacen tierno.
Viene la muela que perdí en el juicio,
los huesos y la fe en el precipicio,
las calles en que nada fue propicio,
la piedra en que tropiezo en paz y en vicio.
Santiago es la tormenta, la greda, la granada,
la torre en la Moneda después de bombardeada,
la cruz en la alameda sin luz resucitada,
las tierras marginales de donde fue creada.
Santiago es habitante, viajero, hacinamiento
un guante ensangrentado, borrado por el viento,
palacio, conventillo, un regimiento
de soldados y piojos, de torres de cemento.
Un valle fue, una ofrenda del cielo y del Mapocho,
un indio mutilado, la sombra que derrocho,
las muertes en la huelga, las cuecas del dieciocho,
y un verbo anaranjado en el vaso en que trasnocho.
Santiago, mi Santiago, con óxido en la espada,
con su cielo viciado, sus miedos a la nada,
Santiago, lo presiento, en tus calles, liberada,
ya está la que yo espero, que viene y que es mi amada.
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