Hoy amanecí ciego de las manos
y sin tacto en los ojos.
Con el estómago vacío y yagas en la espalda
acurrucado en un montón de hojas,
me cobijé con cientos de poemas sin nombre
que poco a poco he ido descubriendo.
La piel se me quebró anoche
después de guardar la tinta y entregarme al sueño
recuerdo haberme acostado sin temor alguno.
Dejé el incienso a cuestas después de pegar agujas y tijeras en la ventana,
no ingerí el vodka de diario, y ya dejé las pastillas caducas.
No lo recuerdo del todo,
pero creo haberte visto en el espejo más fue algo inconcluso
al cerrar los ojos;
no sentí nada,
ni me dolió mucho.
Pero
al paso de unos versos
algo vibró.
Y volaba mi carne
en la noche
sostenida a ti.
Una sacra algarabía en el cielo,
la sinfonía de tu sonrisa
notas dulces entonada al vacío,
caudal carmesí.
Tus piernas presurosas al recio estruendo
el sudor de nuestros cuerpos;
tinta húmeda que brota de tus manos
caricias en forma de brisa sobre mí,
mánchame,
mánchame de palabras que te ansío decir
pero que tal vez me asesinarán
antes del caliente pronunciar.
Mátame ahora que pienso perder el control
ya no me importa la realidad,
ya no me importa el oficio,
el libro del día,
el poema mañanero
o el pastel de la tía Isabel…
mátame
mátame ahora
antes de que esta tentación lo haga.
Las estrofas al ocaso de tus ojos
en mi espalda riman cuanto padezco de ti,
me sofoco,
me arde,
y mi piel morada,
necesito despertar,
-¿en verdad lo necesito?-
Al diablo con la poesía insípida de vulgar descripción,
si tan solo el redoble de tus pasos,
la energía de tu andar ligero
paso de bruma marina
enfatiza la conjugación en azucarada acuarela brillosa.
Y vuela mi carne
en la noche
sostenida de ti
tatúame el sueño con las maravillas de tu piel
desquíciame la eternidad,
aférrame a la vida,
aférrame a la añoranza del otro día,
aférrame a volver verte,
pero déjame plantado cuanto quieras.
Búrlate de mi olor a tinta, vomítame en tus caprichos
mátame, revíveme, trágame y vuélveme a regurgitar,
hazme a la vez desear la muerte y tejerme a la vida,
mátame, revíveme, trágame y vuélveme a regurgitar,
condéname por toda la infinita nada,
cázame todos los días a partir de ahora.
Que esto no termine,
mantenme a pan y agua de mar,
sonríele a todos,
y congélame a mí,
si quieres; córtame,
estrújame,
conviérteme en tu abrigo,
vende mis ojos,
alquila mis manos,
trapea con mi poesía el baño,
barre con mi fe la suciedad de las andanzas nocturnas.
No importa que no vuelva a despertar nunca
destruye mi alma al crepúsculo de mi dolor por no tenerte,
castígame los malos pensamientos,
y prémiame susurrándolos cuando los haces con los demás.
Maquíllame un nuevo nombre,
conviérteme en tu más fiel apodo,
traduce las impurezas de mi pasado al cerner el espíritu con mis máscaras,
pon correas a mis alter-egos,
a mis tres seudónimos,
y arréglales las uñas si quieres.
Utiliza mis apodos como tapete en la entrada de tu cuarto,
y adórnalo a la hora que gustes pero no,
no me dejes despertar, no, no lo dejes…
Algo vibra…
regresa mi carne…al día
desprendido de ti…
¡No!
aún no mis ojos encarnan triviales,
me da vértigo despertar sin antes besarte, sin antes morir, sin antes decirte que yo…
-Despierto.
Hoy amanecí ciego de las manos,
y sin tacto en los ojos con el estomago vacío, yagas en la espalda
y acurrucado en un montón de hojas, cobijado en cientos de poemas
de los cuales ahora entiendo la mitad, letras frescas, en vapor aun,
y todas son para ti.
Y aunque la piel se me quebró después de guardar la tinta
y entregarme al sueño; en esta noche mi bella Sirena,
acuérdame de acostarme sin temor alguno con el incienso acuestas,
pero esta vez… sin tijeras y agujas.
y sin tacto en los ojos.
Con el estómago vacío y yagas en la espalda
acurrucado en un montón de hojas,
me cobijé con cientos de poemas sin nombre
que poco a poco he ido descubriendo.
La piel se me quebró anoche
después de guardar la tinta y entregarme al sueño
recuerdo haberme acostado sin temor alguno.
Dejé el incienso a cuestas después de pegar agujas y tijeras en la ventana,
no ingerí el vodka de diario, y ya dejé las pastillas caducas.
No lo recuerdo del todo,
pero creo haberte visto en el espejo más fue algo inconcluso
al cerrar los ojos;
no sentí nada,
ni me dolió mucho.
Pero
al paso de unos versos
algo vibró.
Y volaba mi carne
en la noche
sostenida a ti.
Una sacra algarabía en el cielo,
la sinfonía de tu sonrisa
notas dulces entonada al vacío,
caudal carmesí.
Tus piernas presurosas al recio estruendo
el sudor de nuestros cuerpos;
tinta húmeda que brota de tus manos
caricias en forma de brisa sobre mí,
mánchame,
mánchame de palabras que te ansío decir
pero que tal vez me asesinarán
antes del caliente pronunciar.
Mátame ahora que pienso perder el control
ya no me importa la realidad,
ya no me importa el oficio,
el libro del día,
el poema mañanero
o el pastel de la tía Isabel…
mátame
mátame ahora
antes de que esta tentación lo haga.
Las estrofas al ocaso de tus ojos
en mi espalda riman cuanto padezco de ti,
me sofoco,
me arde,
y mi piel morada,
necesito despertar,
-¿en verdad lo necesito?-
Al diablo con la poesía insípida de vulgar descripción,
si tan solo el redoble de tus pasos,
la energía de tu andar ligero
paso de bruma marina
enfatiza la conjugación en azucarada acuarela brillosa.
Y vuela mi carne
en la noche
sostenida de ti
tatúame el sueño con las maravillas de tu piel
desquíciame la eternidad,
aférrame a la vida,
aférrame a la añoranza del otro día,
aférrame a volver verte,
pero déjame plantado cuanto quieras.
Búrlate de mi olor a tinta, vomítame en tus caprichos
mátame, revíveme, trágame y vuélveme a regurgitar,
hazme a la vez desear la muerte y tejerme a la vida,
mátame, revíveme, trágame y vuélveme a regurgitar,
condéname por toda la infinita nada,
cázame todos los días a partir de ahora.
Que esto no termine,
mantenme a pan y agua de mar,
sonríele a todos,
y congélame a mí,
si quieres; córtame,
estrújame,
conviérteme en tu abrigo,
vende mis ojos,
alquila mis manos,
trapea con mi poesía el baño,
barre con mi fe la suciedad de las andanzas nocturnas.
No importa que no vuelva a despertar nunca
destruye mi alma al crepúsculo de mi dolor por no tenerte,
castígame los malos pensamientos,
y prémiame susurrándolos cuando los haces con los demás.
Maquíllame un nuevo nombre,
conviérteme en tu más fiel apodo,
traduce las impurezas de mi pasado al cerner el espíritu con mis máscaras,
pon correas a mis alter-egos,
a mis tres seudónimos,
y arréglales las uñas si quieres.
Utiliza mis apodos como tapete en la entrada de tu cuarto,
y adórnalo a la hora que gustes pero no,
no me dejes despertar, no, no lo dejes…
Algo vibra…
regresa mi carne…al día
desprendido de ti…
¡No!
aún no mis ojos encarnan triviales,
me da vértigo despertar sin antes besarte, sin antes morir, sin antes decirte que yo…
-Despierto.
Hoy amanecí ciego de las manos,
y sin tacto en los ojos con el estomago vacío, yagas en la espalda
y acurrucado en un montón de hojas, cobijado en cientos de poemas
de los cuales ahora entiendo la mitad, letras frescas, en vapor aun,
y todas son para ti.
Y aunque la piel se me quebró después de guardar la tinta
y entregarme al sueño; en esta noche mi bella Sirena,
acuérdame de acostarme sin temor alguno con el incienso acuestas,
pero esta vez… sin tijeras y agujas.
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