En los próximos cien años
cambiarán muchas cosas.
Serán otros nuestros pasos;
otra, la tierra y la senda,
y también otras las horas.
Sentirás bramar al viento,
con su dura oratoria,
el canto sutil del agua…
Y ese lánguido suspiro
del clavel y de la rosa.
En los próximos cien años
serán otros los versares
y el cielo que acompañe.
Otro será el empeño
y también otros los mares.
Y caerá, cual rocío,
ese peso insoportable
de la levedad del ser,
sobre corazón herido
y ansiado amanecer.
¿Quién beberá de tus lágrimas,
sin caer en desvarío?
¿Quién remontará tu olvido,
tu pena y tu desgracia?
¿Quién te querrá, amor mío?
En los años venideros
asomará lo que fuimos,
sin piel que lo acongoje.
Seremos viejos amigos,
pero en tiempos mejores.
Y no, no será rentable
vivir en la impostura
de quién, sin causa, implora,
ni se mantendrá segura
la riqueza sin su roca.
De todo cuanto te digo,
apenas resaltes nada.
Todo está bien medido
y es acorde con su talla,
menos ése, tu destino…
¡Y el del que aquí te habla!
G.S.A.
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