Atrévete mundo indolente, tétricas sombras te cubren
lejos el sol con su calor se esconde en recóndito paraje,
descotando gajos de hiel por la filosa y patética lengua
a modo de estrofas, imitando en grotesca parodia.
Lacera el alma del poeta, sentido y noble lector
quemando las entrañas carcomidas del burlón
sin llegar a ser mensaje, la ponzoña la intoxica
solo queda en el buen corazón, un parabién.
Atrevida a consumir leñame, llama de la envidia
intoxicada en desidia, se consume por dentro
arrebatando del centro, el motriz pistón sanguíneo,
huérfana de conciencia, enreda versos y sazón.
Nuestra siniestra sombra, con altanería ignota
juzga desde el altar empotrado en su pecho
a cuanto poeta honorable, compendioso y leal,
se le aposta en el camino, castiga con doblez.
Gotas de fuego ardiente derrama sobre la frente
ampollando sobre su piel, la marca de la verdad
ligada entre palabras que ya no podrá deshacer,
incurre la huella inicial, en ella no hay piedad.
atiborrada en venenos los comienza a lanzar.
Echada sobre su suerte, oculta el tiempo
xenofobia de inspiraciones desemejantes
increpa a latigazo de palabras lo diverso
sentada en el umbral de su omnipotencia
temible crepúsculo funesto del averno
Erudita felona ansiando infectar.
arsénico en máximo exponente
trama echar por tierra la claridad
urdiendo destruir el amor social.
Pretérito confuso del poema, soberbia,
existe como entelequia todopoderosa
sentando parecer, hiriendo lo demás
arraigada al pináculo encumbrado
resonando fragmentos de su autoría
lejos el sol con su calor se esconde en recóndito paraje,
descotando gajos de hiel por la filosa y patética lengua
a modo de estrofas, imitando en grotesca parodia.
Lacera el alma del poeta, sentido y noble lector
quemando las entrañas carcomidas del burlón
sin llegar a ser mensaje, la ponzoña la intoxica
solo queda en el buen corazón, un parabién.
Atrevida a consumir leñame, llama de la envidia
intoxicada en desidia, se consume por dentro
arrebatando del centro, el motriz pistón sanguíneo,
huérfana de conciencia, enreda versos y sazón.
Nuestra siniestra sombra, con altanería ignota
juzga desde el altar empotrado en su pecho
a cuanto poeta honorable, compendioso y leal,
se le aposta en el camino, castiga con doblez.
Gotas de fuego ardiente derrama sobre la frente
ampollando sobre su piel, la marca de la verdad
ligada entre palabras que ya no podrá deshacer,
incurre la huella inicial, en ella no hay piedad.
atiborrada en venenos los comienza a lanzar.
Echada sobre su suerte, oculta el tiempo
xenofobia de inspiraciones desemejantes
increpa a latigazo de palabras lo diverso
sentada en el umbral de su omnipotencia
temible crepúsculo funesto del averno
Erudita felona ansiando infectar.
arsénico en máximo exponente
trama echar por tierra la claridad
urdiendo destruir el amor social.
Pretérito confuso del poema, soberbia,
existe como entelequia todopoderosa
sentando parecer, hiriendo lo demás
arraigada al pináculo encumbrado
resonando fragmentos de su autoría
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