las mañanas, los álamos,
los ríos.
Y una mujer inquietante
que deambulaba conmigo.
El misterio
carecía de interés,
la alegría no existía.
El silencio no tenía culpa
y la pena
era olvidar
dónde quedaba mi nido.
Todo era mío y lo vivía
con un techo de nevadas
sin cambiar de parecer.
Todo lo tenía sin pedirlo,
ni siquiera un embrión
era el destino.
No estaba el llanto prohibido
ni la belleza.
No había qué codiciar,
ni prójimo, ni desatino.
Hasta matar
era un crimen sin castigo.
Amaba sin darme cuenta
y copulaba sin sentido.
Era animal
era planta
era camino.
Hasta que al fin quise saber,
y aquella mujer me dijo
si quieres sabiduría
no hay respuesta
en este sitio.
Dejé a los que me habitaron,
y los estanques tranquilos.
Sin que alguien nos expulsara
nos fuimos del paraíso.
Lo que dijeron después
fue totalmente distinto
Última edición por Marcelo Raúl el Jue Abr 28, 2011 4:28 am, editado 1 vez
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