Dos siluetas de hombros anchos

He despertado de un largo sueño
que al acabar no fue amable con su dueño.
Veo que mi alma esta desnuda, sola, sin protección.
Espero sobrevivir a lo occiso de la inminente transición.

El frió de mi cuerpo pregunta por mis manos
pero las complacencias a esa sensación son cosa de antaños.

Trato de avanzar por un sendero lleno de rocas,
por eso las ganas de finalizar este flagelo no son pocas.
Una tormenta de pensamientos concebidos como destellos azota mi mente.
Tal vez es mi karma, siempre latente.

¿Habré traicionado mi linaje?
Si lo supieran me mirarían con coraje.
No me interesa el equilibrio,
si hablan de balanzas lo oigo con fastidio.

Una luz a mis espaldas irrumpe mi calma.
Es un ángel montando un cerbero.
Quizás, señal de mi desespero.

Desde allí sale un haz de luz que descubre dos cuerpos isotérmicos.
Desde que empece a verlos allí destrozaron mis andamios famélicos.

¡Que bello! Dos figuras de hombros anchos que se encuentran.
Pero ¿qué dices?
Entre ellos no hay nada que discernir
El tipo de amor que ahi veo aun lo tengo por descubrir.

Espero una vez halla conocido esa dicha no poder alejarmen de ella
pues la contemplo con el mismo éxtasis que al mirar una fugaz estrella.

Sus cuerpos son iguales,
por eso sus besos chocan cuan cuerpos celestiales.
Él mira de frente los ojos de su igual,
al amor de aquellos dos hombres nada podía menguar.

Es el vigor sin la rudeza,
tenían en sus manos una gran pureza.
De mis pantalones sale un clamor,
me llama traidor.
Pero ¿a quien no ha traicionado el amor?

En la cadena de mi corazón no falta ningún eslabón
Se me impuso la condena de volverlo un socavon.
Ahora cargo un estigma,
lo que pasara con él aún es un enigma.

La vida me ha mostrado una sonrisa franca
Con ella sanare esta herida cuya sangre nunca estanca.
A quienes me enjuiciaron enjuiciare,
y hacer de mi vida un edén procurare.