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por Recaredo Miér Ene 13, 2010 7:39 amCallaron los violines de nuestra melodía,
y entonces el silencio;
peor que la estridencia
con la que a veces herimos
las notas de su magnificencia
reinó.
Y reinó, como suele reinar todo
silencio en su compás de espera:
helado,
interminable,
yermo.
Mas, no has de preocuparte.
Ya no siento el dolor como al principio.
¡Que más quisiera yo...!
Pues para sentir primero se ha de ser;
y yo no soy sin ti.
La fuerza del dolor me ha sumido
en un letargo parecido a la muerte.
Ya ves; mientras tú lo piensas dudando
de mi amor,
yo me diluyo en este espacio helado
del compás de espera por ti impuesto.
Floto,
en este espacio cósmico
de sensaciones
nulas.
Recaredo.
y entonces el silencio;
peor que la estridencia
con la que a veces herimos
las notas de su magnificencia
reinó.
Y reinó, como suele reinar todo
silencio en su compás de espera:
helado,
interminable,
yermo.
Mas, no has de preocuparte.
Ya no siento el dolor como al principio.
¡Que más quisiera yo...!
Pues para sentir primero se ha de ser;
y yo no soy sin ti.
La fuerza del dolor me ha sumido
en un letargo parecido a la muerte.
Ya ves; mientras tú lo piensas dudando
de mi amor,
yo me diluyo en este espacio helado
del compás de espera por ti impuesto.
Floto,
en este espacio cósmico
de sensaciones
nulas.
Recaredo.
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