Para morirse hay tiempo, suele decir la cabeza que sostiene, pero la vida es tan corta que no alcanza los años para saborearla.
Las cabezas hablan de la muerte como cosa ajena, es por la simple razón que están preparados para vivir, hablar de la muerte como cosa propia produce una especie de estupor y escozor que a nadie le gusta sentir.
La muerte viste de negro suelen decir; la cabeza que me sostiene sabe refutar esa afirmación, -no, no compadres, yo le he visto y anda de colorao.
Si bien recuerdo y mis años de sombrero aún no desvaría fue una tardecita y hace muuuucho tiempo atrás, cuando la cabeza que me sostiene era apenas un jovenzuelo y me acababa de heredar de su tío-abuelo.
Ibamos sobre Zaira, una yegua baya prestada cuando nos perdimos en el cerro, después de mucho andar nos topamos con una caseta bien cuidada con flores protegidas con un blanco y bello cerco, la cabeza que me sostiene sin bajarse de Zaira llama con las palmas de la mano, de adentro contesta la voz de una mujer.
- bienvenido el que llama a la puerta con aviso, pobre de aquel que sin avisar llegó; pues tiene pan sobre la mesa el que avisa y solo migaja el que no.
- disculpe señora no quiero molestarla, pero he perdido el camino, ¿podría indicarme como volver a encontrarlo?
-¡OH estas cosas del hombre de andar buscando siempre caminos!, un camino se hace desde cualquier huella y siempre termina en el lugar menos indicado, responde la extraña mujer.
- ¿podría salir un momento señora? pide la cabeza mientras me ajusta nervioso contra su mollera.
Es que la necesidad puede más que el miedo, y la necesidad disimulada es necesidad doble, pienso yo no sé ustedes…
La mujer aparece en la puerta, es morena, agraciada, robusta, vestida todita de colorado.
- ¿así que te has perdido?, es muy común que las almas pierdan el camino, lo interesante es ver cuando encuentran el correcto.
- Sí, dice la cabeza que me sostiene, por eso siempre digo que probando sabe uno cual es el que nos corresponde.
- a ver moreno, si me contestas una pregunta te puedo ayudar.
La cabeza que me sostiene toma coraje, ¿cuál es? pregunta.
- ¿la vida y la muerte se puede medir en la misma balanza?
Uf!!! me dije por dentro, ¿estará madura esta uva, pa´ hacerse vino?
La cabeza reflexiona en silencio, y así quedó nomás, en un confuso y largo silencio, lo que pasa y les vuelvo recordar, era mocoso la cabeza, si aún no sabia mucho sobre la vida menos sabría sobre la muerte.
Y es aquí donde yo entro en acción, ¿cómo? se preguntarán ustedes, pues los sombreros tenemos un secreto milenario, y es intervenir en caso extremo en los pensamientos de las cabezas que nos sostienen, es que si yo no trataba de comunicarme con ella (la muerte, la mujer de colorado) no íbamos a salir de esta situación por un buen tiempo.
- hace falta saber que es el bien para saber que estamos haciendo mal, (le respondo como si fuese la cabeza) lo blanco no sería blanco sin el negro y el silencio se reconoce por el ruido, se sabe lo dulce de la miel después de sentir la hiel, la balanza señora, no distingue el oro del plomo, porque lo mismo pesa un kilo de plomo que un kilo de oro, solo se necesita diferenciar el material rico del pobre.
La vida y la muerte es uno en sí, nadie vive más de los que se merece y nadie muere antes de la víspera de su fecha.
La mujer me observa y emite una pequeña y dulce risa, creo que se había dado cuenta del engaño, pero no sé porqué siguió el teatro.
Mientras apoya sus brazos en su cintura y se bambanea de forma seductora me dice sin dejar de sonreír, - el hombre es la balanza muchacho bello, la vida y la muerte son las virtudes que se le fue otorgado con la medida de un dedal para que no halla equivocación en el peso, el hombre teme a la muerte porque aún no descubrió que es parte de la vida, la muerte tiene de finalidad, el de alagar en su esplendor a la vida y la vida tiene como propósito prepáranos para enfrentar de forma digna y propia a la muerte, nacer es un colapso, morir igual, así como el hombre no está preparado para morir, tampoco lo está para vivir, el concepto de reconocer a ambos como partes unidas y necesarias entre sí, le otorga el placer de disfrutar.
La cabeza que me sostiene despierta de su éxtasis y yo vuelvo a mi silencio, toca con sus dedos mi ala derecha en actitud de saludo y gira para volver por donde veníamos.
- tu camino joven, ¿no quieres saber?, pregunta la mujer.
- no hace falta señora, puedo encontrarlo yo mismo, responde la cabeza.
-¿ah sí?, pienso yo, no hace falta decirle que anduvimos diez horas perdidos hasta que encontramos el poblado más cercano.
Yo sombrero de paja, que conocí a la muerte vestidita de colorado, os digo: a partir de mañana comiencen con ventajas, el primer día del resto de sus vidas, ¡sí señor!....
- [justify]
Las cabezas hablan de la muerte como cosa ajena, es por la simple razón que están preparados para vivir, hablar de la muerte como cosa propia produce una especie de estupor y escozor que a nadie le gusta sentir.
La muerte viste de negro suelen decir; la cabeza que me sostiene sabe refutar esa afirmación, -no, no compadres, yo le he visto y anda de colorao.
Si bien recuerdo y mis años de sombrero aún no desvaría fue una tardecita y hace muuuucho tiempo atrás, cuando la cabeza que me sostiene era apenas un jovenzuelo y me acababa de heredar de su tío-abuelo.
Ibamos sobre Zaira, una yegua baya prestada cuando nos perdimos en el cerro, después de mucho andar nos topamos con una caseta bien cuidada con flores protegidas con un blanco y bello cerco, la cabeza que me sostiene sin bajarse de Zaira llama con las palmas de la mano, de adentro contesta la voz de una mujer.
- bienvenido el que llama a la puerta con aviso, pobre de aquel que sin avisar llegó; pues tiene pan sobre la mesa el que avisa y solo migaja el que no.
- disculpe señora no quiero molestarla, pero he perdido el camino, ¿podría indicarme como volver a encontrarlo?
-¡OH estas cosas del hombre de andar buscando siempre caminos!, un camino se hace desde cualquier huella y siempre termina en el lugar menos indicado, responde la extraña mujer.
- ¿podría salir un momento señora? pide la cabeza mientras me ajusta nervioso contra su mollera.
Es que la necesidad puede más que el miedo, y la necesidad disimulada es necesidad doble, pienso yo no sé ustedes…
La mujer aparece en la puerta, es morena, agraciada, robusta, vestida todita de colorado.
- ¿así que te has perdido?, es muy común que las almas pierdan el camino, lo interesante es ver cuando encuentran el correcto.
- Sí, dice la cabeza que me sostiene, por eso siempre digo que probando sabe uno cual es el que nos corresponde.
- a ver moreno, si me contestas una pregunta te puedo ayudar.
La cabeza que me sostiene toma coraje, ¿cuál es? pregunta.
- ¿la vida y la muerte se puede medir en la misma balanza?
Uf!!! me dije por dentro, ¿estará madura esta uva, pa´ hacerse vino?
La cabeza reflexiona en silencio, y así quedó nomás, en un confuso y largo silencio, lo que pasa y les vuelvo recordar, era mocoso la cabeza, si aún no sabia mucho sobre la vida menos sabría sobre la muerte.
Y es aquí donde yo entro en acción, ¿cómo? se preguntarán ustedes, pues los sombreros tenemos un secreto milenario, y es intervenir en caso extremo en los pensamientos de las cabezas que nos sostienen, es que si yo no trataba de comunicarme con ella (la muerte, la mujer de colorado) no íbamos a salir de esta situación por un buen tiempo.
- hace falta saber que es el bien para saber que estamos haciendo mal, (le respondo como si fuese la cabeza) lo blanco no sería blanco sin el negro y el silencio se reconoce por el ruido, se sabe lo dulce de la miel después de sentir la hiel, la balanza señora, no distingue el oro del plomo, porque lo mismo pesa un kilo de plomo que un kilo de oro, solo se necesita diferenciar el material rico del pobre.
La vida y la muerte es uno en sí, nadie vive más de los que se merece y nadie muere antes de la víspera de su fecha.
La mujer me observa y emite una pequeña y dulce risa, creo que se había dado cuenta del engaño, pero no sé porqué siguió el teatro.
Mientras apoya sus brazos en su cintura y se bambanea de forma seductora me dice sin dejar de sonreír, - el hombre es la balanza muchacho bello, la vida y la muerte son las virtudes que se le fue otorgado con la medida de un dedal para que no halla equivocación en el peso, el hombre teme a la muerte porque aún no descubrió que es parte de la vida, la muerte tiene de finalidad, el de alagar en su esplendor a la vida y la vida tiene como propósito prepáranos para enfrentar de forma digna y propia a la muerte, nacer es un colapso, morir igual, así como el hombre no está preparado para morir, tampoco lo está para vivir, el concepto de reconocer a ambos como partes unidas y necesarias entre sí, le otorga el placer de disfrutar.
La cabeza que me sostiene despierta de su éxtasis y yo vuelvo a mi silencio, toca con sus dedos mi ala derecha en actitud de saludo y gira para volver por donde veníamos.
- tu camino joven, ¿no quieres saber?, pregunta la mujer.
- no hace falta señora, puedo encontrarlo yo mismo, responde la cabeza.
-¿ah sí?, pienso yo, no hace falta decirle que anduvimos diez horas perdidos hasta que encontramos el poblado más cercano.
Yo sombrero de paja, que conocí a la muerte vestidita de colorado, os digo: a partir de mañana comiencen con ventajas, el primer día del resto de sus vidas, ¡sí señor!....
- [justify]
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